-
Notifications
You must be signed in to change notification settings - Fork 0
/
Copy pathmarcoaurelio.txt
3268 lines (3268 loc) · 234 KB
/
marcoaurelio.txt
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
70
71
72
73
74
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
86
87
88
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
100
101
102
103
104
105
106
107
108
109
110
111
112
113
114
115
116
117
118
119
120
121
122
123
124
125
126
127
128
129
130
131
132
133
134
135
136
137
138
139
140
141
142
143
144
145
146
147
148
149
150
151
152
153
154
155
156
157
158
159
160
161
162
163
164
165
166
167
168
169
170
171
172
173
174
175
176
177
178
179
180
181
182
183
184
185
186
187
188
189
190
191
192
193
194
195
196
197
198
199
200
201
202
203
204
205
206
207
208
209
210
211
212
213
214
215
216
217
218
219
220
221
222
223
224
225
226
227
228
229
230
231
232
233
234
235
236
237
238
239
240
241
242
243
244
245
246
247
248
249
250
251
252
253
254
255
256
257
258
259
260
261
262
263
264
265
266
267
268
269
270
271
272
273
274
275
276
277
278
279
280
281
282
283
284
285
286
287
288
289
290
291
292
293
294
295
296
297
298
299
300
301
302
303
304
305
306
307
308
309
310
311
312
313
314
315
316
317
318
319
320
321
322
323
324
325
326
327
328
329
330
331
332
333
334
335
336
337
338
339
340
341
342
343
344
345
346
347
348
349
350
351
352
353
354
355
356
357
358
359
360
361
362
363
364
365
366
367
368
369
370
371
372
373
374
375
376
377
378
379
380
381
382
383
384
385
386
387
388
389
390
391
392
393
394
395
396
397
398
399
400
401
402
403
404
405
406
407
408
409
410
411
412
413
414
415
416
417
418
419
420
421
422
423
424
425
426
427
428
429
430
431
432
433
434
435
436
437
438
439
440
441
442
443
444
445
446
447
448
449
450
451
452
453
454
455
456
457
458
459
460
461
462
463
464
465
466
467
468
469
470
471
472
473
474
475
476
477
478
479
480
481
482
483
484
485
486
487
488
489
490
491
492
493
494
495
496
497
498
499
500
501
502
503
504
505
506
507
508
509
510
511
512
513
514
515
516
517
518
519
520
521
522
523
524
525
526
527
528
529
530
531
532
533
534
535
536
537
538
539
540
541
542
543
544
545
546
547
548
549
550
551
552
553
554
555
556
557
558
559
560
561
562
563
564
565
566
567
568
569
570
571
572
573
574
575
576
577
578
579
580
581
582
583
584
585
586
587
588
589
590
591
592
593
594
595
596
597
598
599
600
601
602
603
604
605
606
607
608
609
610
611
612
613
614
615
616
617
618
619
620
621
622
623
624
625
626
627
628
629
630
631
632
633
634
635
636
637
638
639
640
641
642
643
644
645
646
647
648
649
650
651
652
653
654
655
656
657
658
659
660
661
662
663
664
665
666
667
668
669
670
671
672
673
674
675
676
677
678
679
680
681
682
683
684
685
686
687
688
689
690
691
692
693
694
695
696
697
698
699
700
701
702
703
704
705
706
707
708
709
710
711
712
713
714
715
716
717
718
719
720
721
722
723
724
725
726
727
728
729
730
731
732
733
734
735
736
737
738
739
740
741
742
743
744
745
746
747
748
749
750
751
752
753
754
755
756
757
758
759
760
761
762
763
764
765
766
767
768
769
770
771
772
773
774
775
776
777
778
779
780
781
782
783
784
785
786
787
788
789
790
791
792
793
794
795
796
797
798
799
800
801
802
803
804
805
806
807
808
809
810
811
812
813
814
815
816
817
818
819
820
821
822
823
824
825
826
827
828
829
830
831
832
833
834
835
836
837
838
839
840
841
842
843
844
845
846
847
848
849
850
851
852
853
854
855
856
857
858
859
860
861
862
863
864
865
866
867
868
869
870
871
872
873
874
875
876
877
878
879
880
881
882
883
884
885
886
887
888
889
890
891
892
893
894
895
896
897
898
899
900
901
902
903
904
905
906
907
908
909
910
911
912
913
914
915
916
917
918
919
920
921
922
923
924
925
926
927
928
929
930
931
932
933
934
935
936
937
938
939
940
941
942
943
944
945
946
947
948
949
950
951
952
953
954
955
956
957
958
959
960
961
962
963
964
965
966
967
968
969
970
971
972
973
974
975
976
977
978
979
980
981
982
983
984
985
986
987
988
989
990
991
992
993
994
995
996
997
998
999
1000
1. De mi abuelo Vero: el buen carácter y la serenidad.
2. De la reputación y memoria legadas por mi progenitor: el carácter
discreto y viril.
3. De mi madre: el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no
sólo de obrar mal, sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más
todavía, la frugalidad en el régimen de vida y el alejamiento del modo de
vivir propio de los ricos.
4. De mi bisabuelo: el no haber frecuentado las escuelas públicas y
haberme servido de buenos maestros en casa, y el haber comprendido que,
para tales fines, es preciso gastar con largueza.
5. De mi preceptor: el no haber sido de la facción de los Verdes ni de los
Azules, ni partidario de los parinularios ni de los escutarios; el soportar las
fatigas y tener pocas necesidades; el trabajo con esfuerzo personal y la
abstención de excesivas tareas, y la desfavorable acogida a la calumnia.
6. De Diogneto: el evitar inútiles ocupaciones; y la desconfianza en lo que
cuentan los que hacen prodigios y hechiceros acerca de encantamientos y
conjuración de espíritus, y de otras prácticas semejantes; y el no dedicarme a
la cría de codornices ni sentir pasión por esas cosas; el soportar la
conversación franca y familiarizarme con la filosofía; y el haber escuchado
primero a Baquio, luego a Tandasis y Marciano; haber escrito diálogos en la
niñez; y haber deseado el catre cubierto de piel de animal, y todas las demás
prácticas vinculadas a la formación helénica.
7. De Rústico: el haber concebido la idea de la necesidad de enderezar y
cuidar mi carácter; el no haberme desviado a la emulación sofística, ni
escribir tratados teóricos ni recitar discursillos de exhortación ni hacerme
pasar por persona ascética o filántropo con vistosos alardes; y el haberme
apartado de la retórica, de la poética y del refinamiento cortesano. Y el no
pasear con la toga por casa ni hacer otras cosas semejantes. También el
escribir las cartas de modo sencillo, como aquélla que escribió él mismodesde Sinuesa a mi madre; el estar dispuesto a aceptar con indulgencia la
llamada y la reconciliación con los que nos han ofendido y molestado, tan
pronto como quieran retractarse; la lectura con precisión, sin contentarme con
unas consideraciones globales, y el no dar mi asentimiento con prontitud a los
charlatanes; el haber tomado contacto con los Recuerdos de Epicteto, de los
que me entregó una copia suya.
8. De Apolonio: la libertad de criterio y la decisión firme sin vacilaciones
ni recursos fortuitos; no dirigir la mirada a ninguna otra cosa más que a la
razón, ni siquiera por poco tiempo; el ser siempre inalterable, en los agudos
dolores, en la pérdida de un hijo, en las enfermedades prolongadas; el haber
visto claramente en un modelo vivo que la misma persona puede ser muy
rigurosa y al mismo tiempo desenfadada; el no mostrar un carácter irascible
en las explicaciones; el haber visto a un hombre que claramente consideraba
como la más ínfima de sus cualidades la experiencia y la diligencia en
transmitir las explicaciones teóricas; el haber aprendido cómo hay que
aceptar los aparentes favores de los amigos, sin dejarse sobornar por ellos ni
rechazarlos sin tacto.
9. De Sexto: la benevolencia, el ejemplo de una casa gobernada
patriarcalmente, el proyecto de vivir conforme a la naturaleza; la dignidad sin
afectación; el atender a los amigos con solicitud; la tolerancia con los
ignorantes y con los que opinan sin reflexionar; la armonía con todos, de
manera que su trato era más agradable que cualquier adulación, y le tenían en
aquel preciso momento el máximo respeto; la capacidad de descubrir con
método inductivo y ordenado los principios necesarios para la vida; el no
haber dado nunca la impresión de cólera ni de ninguna otra pasión, antes
bien, el ser el menos afectado por las pasiones y a la vez el que ama más
entrañablemente a los hombres; el elogio, sin estridencias; el saber
polifacético, sin alardes.
10. De Alejandro el gramático: la aversión a criticar; el no reprender con
injurias a los que han proferido un barbarismo, solecismo o sonido mal
pronunciado, sino proclamar con destreza el término preciso que debía ser
pronunciado, en forma de respuesta, o de ratificación o de una consideración
en común sobre el tema mismo, no sobre la expresión gramatical, o por
medio de cualquier otra sugerencia ocasional y apropiada.11. De Frontón: el haberme detenido a pensar cómo es la envidia, la
astucia y la hipocresía propia del tirano, y que, en general, los que entre
nosotros son llamados «eupátridas», son, en cierto modo, incapaces de afecto.
12. De Alejandro el platónico: el no decir a alguien muchas veces y sin
necesidad o escribirle por carta: «Estoy ocupado», y no rechazar de este
modo sistemáticamente las obligaciones que imponen las relaciones sociales,
pretextando excesivas ocupaciones.
13. De Catulo: el no dar poca importancia a la queja de un amigo, aunque
casualmente fuera infundada, sino intentar consolidar la relación habitual; el
elogio cordial a los maestros, como se recuerda que lo hacían Domicio y
Atenódoto; el amor verdadero por los hijos.
14. De «mi hermano» Severo: el amor a la familia, a la verdad y la
justicia; el haber conocido, gracias a él, a Traseas, Helvidio, Catón, Dión,
Bruto; el haber concebido la idea de una constitución basada en la igualdad
ante la ley, regida por la equidad y la libertad de expresión igual para todos, y
de una realeza que honra y respeta, por encima de todo, Existe en el texto
griego una laguna. Farquharson, para salvar el sentido de la frase,
sobrentiende: («en la vida de sociedad»). La libertad de sus súbditos. De él
también: la uniformidad y constante aplicación al servicio de la filosofía; la
beneficencia y generosidad constante; el optimismo y la confianza en la
amistad de los amigos; ningún disimulo para con los que merecían su
censura; el no requerir que sus amigos conjeturaran qué quería o qué no
quería, pues estaba claro.
15. De Máxirno: el dominio de sí mismo y no dejarse arrastrar por nada;
el buen ánimo en todas las circunstancias y especialmente en las
enfermedades; la moderación de carácter, dulce y a la vez grave; la ejecución
sin refunfuñar de las tareas propuestas; la confianza de todos en él, porque
sus palabras respondían a sus pensamientos y en sus actuaciones procedía sin
mala fe; el no sorprenderse ni arredrarse; en ningún caso precipitación o
lentitud, ni impotencia, ni abatimiento, ni risa a carcajadas, seguidas de
accesos de ira o de recelo. La beneficencia, el perdón y la sinceridad; el dar la
impresión de hombre recto e inflexible más bien que corregido; que nadie se
creyera menospreciado por él ni sospechara que se consideraba superior a él;
su amabilidad en...16. De mi padre: la mansedumbre y la firmeza serena en las decisiones
profundamente examinadas. El no vanagloriarse con los honores aparentes; el
amor al trabajo y la perseverancia; el estar dispuesto a escuchar a los que
podían hacer una contribución útil a la comunidad. El distribuir sin
vacilaciones a cada uno según su mérito. La experiencia para distinguir
cuando es necesario un esfuerzo sin desmayo, y cuándo hay que relajarse. El
saber poner fin a las relaciones amorosas con los adolescentes. La
sociabilidad y el consentir a los amigos que no asistieran siempre a sus
comidas y que no le acompañaran necesariamente en sus desplazamientos;
antes bien, quienes le habían dejado momentáneamente por alguna necesidad
le encontraban siempre igual. El examen minucioso en las deliberaciones y la
tenacidad, sin eludir la indagación, satisfecho con las primeras impresiones.
El celo por conservar los amigos, sin mostrar nunca disgusto ni loco
apasionamiento. La autosuficiencia en todo y la serenidad. La previsión
desde lejos y la regulación previa de los detalles más insignificantes sin
escenas trágicas. La represión de las aclamaciones y de toda adulación
dirigida a su persona. El velar constantemente por las necesidades del
Imperio. La administración de los recursos públicos y la tolerancia ante la
crítica en cualquiera de estas materias; ningún temor supersticioso respecto a
los dioses ni disposición para captar el favor de los hombres mediante
agasajos o lisonjas al pueblo; por el contrario, sobriedad en todo y firmeza,
ausencia absoluta de gustos vulgares y de deseo innovador. El uso de los
bienes que contribuyen a una vida fácil y la Fortuna se los había deparado en
abundancia, sin orgullo y a la vez sin pretextos, de manera que los acogía con
naturalidad, cuando los tenía, pero no sentía necesidad de ellos, cuando le
faltaban. El hecho de que nadie hubiese podido tacharle de sofista, bufón o
pedante; por el contrario, era tenido por hombre maduro, completo,
inaccesible a la adulación, capaz de estar al frente de los asuntos propios y
ajenos. Además, el aprecio por quienes filosofan de verdad, sin ofender a los
demás ni dejarse tampoco embaucar por ellos; más todavía, su trato afable y
buen humor, pero no en exceso. El cuidado moderado del propio cuerpo, no
como quien ama la vida, ni con coquetería ni tampoco negligentemente, sino
de manera que, gracias a su cuidado personal, en contadísimas ocasiones tuvo
necesidad de asistencia médica, de fármacos o emplastos. Y especialmente,
su complacencia, exenta de envidia, en los que poseían alguna facultad, por
ejemplo, la facilidad de expresión, el conocimiento de la historia, de las leyes,de las costumbres o de cualquier otra materia; su ahínco en ayudarles para
que cada uno consiguiera los honores acordes a su peculiar excelencia;
procediendo en todo según las tradiciones ancestrales, pero procurando no
hacer ostentación ni siquiera de esto: de velar por dichas tradiciones.
Además, no era propicio a desplazarse ni a agitarse fácilmente, sino que
gustaba de permanecer en los mismos lugares y ocupaciones. E
inmediatamente, después de los agudos dolores de cabeza, rejuvenecido y en
plenas facultades, se entregaba a las tareas habituales. El no tener muchos
secretos, sino muy pocos, excepcionalmente, y sólo sobre asuntos de Estado.
Su sagacidad y mesura en la celebración de fiestas, en la construcción de
obras públicas, en las asignaciones y en otras cosas semejantes, es propia de
una persona que mira exclusivamente lo que debe hacerse, sin tener en cuenta
la aprobación popular a las obras realizadas. Ni baños a destiempo, ni amor a
la construcción de casas, ni preocupación por las comidas, ni por las telas, ni
por el color de los vestidos, ni por el buen aspecto de sus servidores; el
vestido que llevaba procedía de su casa de campo en Lorio, y la mayoría de
sus enseres, de la que tenía en Lanuvio. ¡Cómo trató al recaudador de
impuestos en Túsculo que le hacía reclamaciones! Y todo su carácter era así;
no fue ni cruel, ni hosco, ni duro, de manera que jamás se habría podido decir
de él: «Ya suda», sino que todo lo había calculado con exactitud, como si le
sobrara tiempo, sin turbación, sin desorden, con firmeza, concertadamente. Y
encajaría bien en él lo que se recuerda de Sócrates: que era capaz de
abstenerse y disfrutar de aquellos bienes, cuya privación debilita a la mayor
parte, mientras que su disfrute les hace abandonarse a ellos. Su vigor físico y
su resistencia, y la sobriedad en ambos casos son propiedades de un hombre
que tiene un alma equilibrada e invencible, como mostró durante la
enfermedad que le llevó a la muerte.
17. De los dioses: el tener buenos abuelos, buenos progenitores, buena
hermana, buenos maestros, buenos amigos íntimos, parientes y amigos, casi
todos buenos; el no haberme dejado llevar fácilmente nunca a ofender a
ninguno de ellos, a pesar de tener una disposición natural idónea para poder
hacer algo semejante, si se hubiese presentado la ocasión. Es un favor divino
que no se presentara ninguna combinación de circunstancias que me pusiera a
prueba; el no haber sido educado largo tiempo junto a la concubina de mi
abuelo; el haber conservado la flor de mi juventud y el no haber demostradoantes de tiempo mi virilidad, sino incluso haberlo demorado por algún
tiempo; el haber estado sometido a las órdenes de un gobernante, mi padre,
que debía arrancar de mí todo orgullo y llevarme a comprender que es posible
vivir en palacio sin tener necesidad de guardia personal, de vestidos
suntuosos, de candelabros, de estatuas y otras cosas semejantes y de un lujo
parecido; sino que es posible ceñirse a un régimen de vida muy próximo al de
un simple particular, y no por ello ser más desgraciado o más negligente en el
cumplimiento de los deberes que soberanamente nos exige la comunidad. El
haberme tocado en suerte un hermano capaz, por su carácter, de incitarme al
cuidado de mí mismo y que, a la vez, me alegraba por su respeto y afecto; el
no haber tenido hijos subnormales o deformes; el no haber progresado
demasiado en la retórica, en la poética y en las demás disciplinas, en las que
tal vez me habría detenido, si hubiese percibido que progresaba a buen ritmo.
El haberme anticipado a situar a mis educadores en el punto de dignidad que
estimaba deseaban, sin demorarlo, con la esperanza de que, puesto que eran
todavía jóvenes, lo pondría en práctica más tarde. El haber conocido a
Apolonio, Rústico, Máximo. El haberme representado claramente y en
muchas ocasiones qué es la vida acorde con la naturaleza, de manera que, en
la medida que depende de los dioses, de sus comunicaciones, de sus socorros
y de sus inspiraciones, nada impedía ya que viviera de acuerdo con la
naturaleza, y si continúo todavía lejos de este ideal, es culpa mía por no
observar las sugerencias de los dioses y a duras penas sus enseñanzas; la
resistencia de mi cuerpo durante largo tiempo en una vida de estas
características; el no haber tocado ni a Benedicta ni a Teódoto, e incluso, más
tarde, víctima de pasiones amorosas, haber curado; el no haberme excedido
nunca con Rústico, a pesar de las frecuentes disputas, de lo que me habría
arrepentido; el hecho de que mi madre, que debía morir joven, viviera, sin
embargo, conmigo sus últimos años; el hecho de que cuantas veces quise
socorrer a un pobre o necesitado de otra cosa, jamás oí decir que no tenía
dinero disponible; el no haber caído yo mismo en una necesidad semejante
como para reclamar ayuda ajena; el tener una esposa de tales cualidades: tan
obediente, tan cariñosa, tan sencilla; el haber conseguido fácilmente para mis
hijos educadores adecuados; el haber recibido, a través de sueños, remedios,
sobre todo para no escupir sangre y evitar los mareos, y lo de Gaeta, a modo
de oráculo; el no haber caído, cuando me aficioné a la filosofía, en manos de
un sofista ni haberme entretenido en el análisis de autores o de silogismos niocuparme a fondo de los fenómenos celestes. Todo esto «requiere ayudas de
los dioses y de la Fortuna».
1. Al despuntar la aurora, hazte estas consideraciones previas: me
encontraré con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un
envidioso, un insociable. Todo eso les acontece por ignorancia de los bienes
y de los males. Pero yo, que he observado que la naturaleza del bien es lo
bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del pecador
mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre o de la
misma semilla, sino de la inteligencia y de una porción de la divinidad, no
puedo recibir daño de ninguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de
vergüenza; ni puedo enfadarme con mi pariente ni odiarle. Pues hemos
nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las
hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los
unos de los otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el
hecho de manifestar indignación y repulsa.
2. Esto es todo lo que soy: un poco de carne, un breve hálito vital, y el
guía interior. ¡Deja los libros! No te dejes distraer más; no te está permitido.
Sino que, en la idea de que eres ya un moribundo, desprecia la carne: sangre
y polvo, huesecillos, fino tejido de nervios, de diminutas venas y arterias.
Mira también en qué consiste el hálito vital: viento, y no siempre el mismo,
pues en todo momento se vomita y de nuevo se succiona. En tercer lugar,
pues, te queda el guía interior. Reflexiona así: eres viejo; no consientas por
más tiempo que éste sea esclavo, ni que siga aún zarandeado como marioneta
por instintos egoístas, ni que se enoje todavía con el destino presente o recele
del futuro.
3. Las obras de los dioses están llenas de providencia, las de la Fortuna no
están separadas de la naturaleza o de la trama y entrelazamiento de las cosas
gobernadas por la Providencia. De allí fluye todo. Se añade lo necesario y lo
conveniente para el conjunto del universo, del que formas parte. Paracualquier parte de naturaleza es bueno aquello que colabora con la naturaleza
del conjunto y lo que es capaz de preservarla. Y conservan el mundo tanto las
transformaciones de los elementos simples como las de los compuestos. Sean
suficientes para ti estas reflexiones, si son principios básicos. Aparta tu sed
de libros, para no morir gruñendo, sino verdaderamente resignado y
agradecido de corazón a los dioses.
4. Recuerda cuánto tiempo hace que difieres eso y cuántas veces has
recibido avisos previos de los dioses sin aprovecharlos. Preciso es que a partir
de este momento te des cuenta de qué mundo eres parte y de qué gobernante
del mundo procedes como emanación, y comprenderás que tu vida está
circunscrita a un período de tiempo limitado. Caso de que no aproveches esta
oportunidad para serenarte, pasará, y tú también pasarás, y ya no habrá otra.
5. A todas horas, preocúpate resueltamente, como romano y varón, de
hacer lo que tienes entre manos con puntual y no fingida gravedad, con amor,
libertad y justicia, y procúrate tiempo libre para liberarte de todas las demás
distracciones. Y conseguirás tu propósito, si ejecutas cada acción como si se
tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión, de toda
aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda
hipocresía, egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino. Estás
viendo cómo son pocos los principios que hay que dominar para vivir una
vida de curso favorable y de respeto a los dioses. Porque los dioses nada más
reclamarán a quien observa estos preceptos.
6. ¡Te afrentas, te afrentas, alma mía! Y ya no tendrás ocasión de
honrarte. ¡Breve es la vida para cada uno! Tú, prácticamente, la has
consumido sin respetar el alma que te pertenece, y, sin embargo, haces
depender tu buena fortuna del alma de otros.
7. No te arrastren los accidentes exteriores; procúrate tiempo libre para
aprender algo bueno y cesa ya de girar como un trompo. En adelante, debes
precaverte también de otra desviación. Porque deliran también, en medio de
tantas ocupaciones, los que están cansados de vivir y no tienen blanco hacia
el que dirijan todo impulso y, en suma, su imaginación.
8. No es fácil ver a un hombre desdichado por no haberse detenido a
pensar qué ocurre en el alma de otro. Pero quienes no siguen con atención losmovimientos de su propia alma, fuerza es que sean desdichados.
9. Es preciso tener siempre presente esto: cuál es la naturaleza del
conjunto y cuál es la mía, y cómo se comporta ésta respecto a aquélla y qué
parte, de qué conjunto es; tener presente también que nadie te impide obrar
siempre y decir lo que es consecuente con la naturaleza, de la cual eres parte.
10. Desde una perspectiva filosófica afirma Teofrasto en su comparación
de las faltas, como podría compararlas un hombre según el sentido común,
que las faltas cometidas por concupiscencia son más graves que las cometidas
por ira. Porque el hombre que monta en cólera parece desviarse de la razón
con cierta pena y congoja interior; mientras que la persona que yerra por
concupiscencia, derrotado por el placer, se muestra más flojo y afeminado en
sus faltas. Con razón, pues, y de manera digna de un filósofo, dijo que el que
peca con placer merece mayor reprobación que el que peca con dolor. En
suma, el primero se parece más a un hombre que ha sido víctima de una
injusticia previa y que se ha visto forzado a montar en cólera por dolor; el
segundo se ha lanzado a la injusticia por sí mismo, movido a actuar por
concupiscencia.
11. En la convicción de que puedes salir ya de la vida, haz, di y piensa
todas y cada una de las cosas en consonancia con esta idea. Pues alejarse de
los hombres, si existen dioses, en absoluto es temible, porque éstos no
podrían sumirte en el mal. Mas, si en verdad no existen, o no les importan los
asuntos humanos, ¿a qué vivir en un mundo vacío de dioses o vacío de
providencia? Pero sí, existen, y les importan las cosas humanas, y han puesto
todos los medios a su alcance para que el hombre no sucumba a los
verdaderos males. Y si algún mal quedara, también esto lo habrían previsto, a
fin de que contara el hombre con todos los medios para evitar caer en él. Pero
lo que no hace peor a un hombre, ¿cómo eso podría hacer peor su vida? Ni
por ignorancia ni conscientemente, sino por ser incapaz de prevenir o corregir
estos defectos, la naturaleza del conjunto lo habría consentido. Y tampoco
por incapacidad o inhabilidad habría cometido un error de tales dimensiones
como para que les tocaran a los buenos y a los malos indistintamente, bienes
y males a partes iguales. Sin embargo, muerte y vida, gloria e infamia, dolor
y placer, riqueza y penuria, todo eso acontece indistintamente al hombre
bueno y al malo, pues no es ni bello ni feo. Porque, efectivamente, no sonbienes ni males.
12. ¡Cómo en un instante desaparece todo: en el mundo, los cuerpos
mismos, y en el tiempo, su memoria! ¡Cómo es todo lo sensible, y
especialmente lo que nos seduce por placer o nos asusta por dolor o lo que
nos hace gritar por orgullo; cómo todo es vil, despreciable, sucio, fácilmente
destructible y cadáver! ¡Eso debe considerar la facultad de la inteligencia!
¿Qué son esos, cuyas opiniones y palabras procuran buena fama? ¿Qué es la
muerte? Porque si se la mira a ella exclusivamente y se abstraen, por división
de su concepto, los fantasmas que la recubren, ya no sugerirá otra cosa sino
que es obra de la naturaleza. Y si alguien teme la acción de la naturaleza, es
un chiquillo. Pero no sólo es la muerte acción de la naturaleza, sino también
acción útil a la naturaleza. Cómo el hombre entra en contacto con Dios y por
qué parte de sí mismo, y, en suma, cómo está dispuesta esa pequeña parte del
hombre.
13. Nada más desventurado que el hombre que recorre en círculo todas las
cosas y «que indaga», dice, «las profundidades de la tierra», y que busca,
mediante conjeturas, lo que ocurre en el alma del vecino, pero sin darse
cuenta de que le basta estar junto a la única divinidad que reside en su interior
y ser su sincero servidor. Y el culto que se le debe consiste en preservarla
pura de pasión, de irreflexión y de disgusto contra lo que procede de los
dioses y de los hombres. Porque lo que procede de los dioses es respetable
por su excelencia, pero lo que procede de los hombres nos es querido por
nuestro parentesco, y a veces, incluso, en cierto modo, inspira compasión, por
su ignorancia de los bienes y de los males, ceguera no menor que la que nos
priva de discernir lo blanco de lo negro.
14. Aunque debieras vivir tres mil años y otras tantas veces diez mil, no
obstante recuerda que nadie pierde otra vida que la que vive, ni vive otra que
la que pierde. En consecuencia, lo más largo y lo más corto confluyen en un
mismo punto. El presente, en efecto, es igual para todos, lo que se pierde es
también igual, y lo que se separa es, evidentemente, un simple instante.
Luego ni el pasado ni el futuro se podría perder, porque lo que no se tiene,
¿cómo nos lo podría arrebatar alguien? Ten siempre presente, por tanto, esas
dos cosas: una, que todo, desde siempre, se presenta de forma igual y
describe los mismos círculos, y nada importa que se contemple lo mismodurante cien años, doscientos o un tiempo indefinido; la otra, que el que ha
vivido más tiempo y el que morirá más prematuramente, sufren idéntica
pérdida. Porque sólo se nos puede privar del presente, puesto que éste sólo
posees, y lo que uno no posee, no lo puede perder.
15. «Que todo es opinión». Evidente es lo que se dice referido al cínico
Mónimo. Evidente también, la utilidad de lo que se dice, si se acepta lo
sustancial del dicho, en la medida en que es oportuno.
16. El alma del hombre se afrenta, sobre todo, cuando, en lo que de ella
depende, se convierte en pústula y en algo parecido a una excrecencia del
mundo. Porque enojarse con algún suceso de los que se presentan es una
separación de la naturaleza, en cuya parcela se albergan las naturalezas de
cada uno de los restantes seres. En segundo lugar, se afrenta también, cuando
siente aversión a cualquier persona o se comporta hostilmente con intención
de dañarla, como es el caso de las naturalezas de los que montan en cólera.
En tercer lugar, se afrenta, cuando sucumbe al placer o al pesar. En cuarto
lugar, cuando es hipócrita y hace o dice algo con ficción o contra la verdad.
En quinto lugar cuando se desentiende de una actividad o impulso que le es
propio, sin perseguir ningún objetivo, sino que al azar e inconsecuentemente
se aplica a cualquier tarea siendo así que, incluso las más insignificantes
actividades deberían llevarse a cabo referidas a un fin. Y el fin de los seres
racionales es obedecer la razón y la ley de la ciudad y constitución más
venerable.
17. El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su
sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente
corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su
fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un
río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en
tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía?
Única y exclusivamente la filosofía. Y ésta consiste en preservar el guía
interior, exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, si hacer
nada al azar, sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que
otro haga o deje de hacer; más aún, aceptando lo que acontece y se le asigna
como procediendo de aquel lugar de donde él mismo ha venido. Y sobre
todo, aguardando la muerte con pensamiento favorable, en la convicción deque ésta no es otra cosa que disolución de elementos de que está compuesto
cada ser vivo. Y si para los mismos elementos nada temible hay en el hecho
de que cada uno se transforme de continuo en otro, ¿por qué recelar de la
transformación y disolución de todas las cosas? Pues esto es conforme a la
naturaleza, y nada es malo si es conforme a la naturaleza. En Carnunto
1. No sólo esto debe tomarse en cuenta, que día a día se va gastando la
vida y nos queda una parte menor de ella, sino que se debe reflexionar
también que, si una persona prolonga su existencia, no está claro si su
inteligencia será igualmente capaz en adelante para la comprensión de las
cosas y de la teoría que tiende al conocimiento de las cosas divinas y
humanas. Porque, en el caso de que dicha persona empiece a desvariar, la
respiración, la nutrición, la imaginación, los instintos y todas las demás
funciones semejantes no le faltarán; pero la facultad de disponer de sí mismo,
de calibrar con exactitud el número de los deberes, de analizar las
apariencias, de detenerse a reflexionar sobre si ya ha llegado el momento de
abandonar esta vida y cuantas necesidades de características semejantes
precisan un ejercicio exhaustivo de la razón, se extingue antes. Conviene,
pues, apresurarse no sólo porque a cada instante estamos más cerca de la
muerte, sino también porque cesa con anterioridad la comprensión de las
cosas y la capacidad de acomodarnos a ellas.
2. Conviene también estar a la expectativa de hechos como éstos, que
incluso las modificaciones accesorias de las cosas naturales tienen algún
encanto y atractivo. Así, por ejemplo, un trozo de pan al cocerse se agrieta en
ciertas partes; esas grietas que así se forman y que, en cierto modo, son
contrarias a la promesa del arte del panadero, son, en cierto modo, adecuadas,
y excitan singularmente el apetito. Asimismo, los higos, cuando están muy
maduros, se entreabren. Y en las aceitunas que quedan maduras en los
árboles, su misma proximidad a la podredumbre añade al fruto una belleza
singular. Igualmente las espigas que se inclinan hacia abajo, la melena del
león y la espuma que brota de la boca de los jabalíes y muchas otras cosas,examinadas en particular, están lejos de ser bellas; y, sin embargo, al ser
consecuencia de ciertos procesos naturales, cobran un aspecto bello y son
atractivas. De manera que, si una persona tiene sensibilidad e inteligencia
suficientemente profunda para captar lo que sucede en el conjunto, casi nada
le parecerá, incluso entre las cosas que acontecen por efectos secundarios, no
comportar algún encanto singular. Y esa persona verá las fauces reales de las
fieras con no menor agrado que todas sus reproducciones realizadas por
pintores y escultores; incluso podrá ver con sus sagaces ojos cierta plenitud y
madurez en la anciana y el anciano y también, en los niños, su amable
encanto. Muchas cosas semejantes se encontrarán no al alcance de cualquiera,
sino, exclusivamente, para el que de verdad esté familiarizado con la
naturaleza y sus obras.
3. Hipócrates, después de haber curado muchas enfermedades, enfermó él
también y murió. Los caldeos predijeron la muerte de muchos, y también a
ellos les alcanzó el destino. Alejandro, Pompeyo y Cayo César, después de
haber arrasado hasta los cimientos tantas veces ciudades enteras y destrozado
en orden de combate numerosas miríadas de jinetes e infantes, también ellos
acabaron por perder la vida. Heráclito, después de haber hecho tantas
investigaciones sobre la conflagración del mundo, aquejado de hidropesía y
recubierto de estiércol, murió. A Demócrito, los gusanos; gusanos también,
pero distintos, acabaron con Sócrates. ¿Qué significa esto? Te embarcaste,
surcaste mares, atracaste: ¡desembarca! Si es para entrar en otra vida,
tampoco allí está nada vacío de dioses; pero si es para encontrarte en la
insensibilidad, cesarás de soportar fatigas y placeres y de estar al servicio de
una envoltura tanto más ruin cuanto más superior es la parte subordinada:
ésta es inteligencia y divinidad; aquélla, tierra y sangre mezclada con polvo.
4. No consumas la parte de la vida que te resta en hacer conjeturas sobre
otras personas, de no ser que tu objetivo apunte a un bien común; porque
ciertamente te privas de otra tarea; a saber, al imaginar qué hace fulano y por
qué, y qué piensa y qué trama y tantas cosas semejantes que provocan tu
aturdimiento, te apartas de la observación de tu guía interior. Conviene, por
consiguiente, que en el encadenamiento de tus ideas, evites admitir lo que es
fruto del azar y superfluo, pero mucho más lo inútil y pernicioso. Debes
también acostumbrarte a formarte únicamente aquellas ideas acerca de las
cuales, si se te preguntara de súbito: «¿En qué piensas ahora?», con franquezapudieras contestar al instante: «En esto y en aquello», de manera que al
instante se pusiera de manifiesto que todo en ti es sencillo, benévolo y propio
de un ser sociable al que no importan placeres o, en una palabra, imágenes
que procuran goces; un ser exento de toda codicia, envidia, recelo o cualquier
otra pasión, de la que pudieras ruborizarte reconociendo que la posees en tu
pensamiento. Porque el hombre de estas características que ya no demora el
situarse como entre los mejores, se convierte en sacerdote y servidor de los
dioses, puesto al servicio también de la divinidad que se asienta en su
interior, todo lo cual le inmuniza contra los placeres, le hace invulnerable a
todo dolor, intocable respecto a todo exceso, insensible a toda maldad, atleta
de la más excelsa lucha, lucha que se entabla para no ser abatido por ninguna
pasión, impregnado a fondo de justicia, apegado, con toda su alma, a los
acontecimientos y a todo lo que se le ha asignado; y raramente, a no ser por
una gran necesidad y en vista al bien común, cavila lo que dice, hace o
proyecta otra persona. Pondrá únicamente en práctica aquellas cosas que le
corresponden, y piensa sin cesar en lo que le pertenece, que ha sido hilado del
conjunto; y mientras en lo uno cumple con su deber, en lo otro está
convencido de que es bueno. Porque el destino asignado a cada uno está
involucrado en el conjunto y al mismo tiempo lo involucra. Tiene también
presente que todos los seres racionales están emparentados y que preocuparse
de todos los hombres está de acuerdo con la naturaleza humana; pero no debe
tenerse en cuenta la opinión de todos, sino sólo la de aquellos que viven
conforme a la naturaleza. Y respecto a los que no viven así, prosigue
recordando hasta el fin cómo son en casa y fuera de ella, por la noche y
durante el día, y qué clase de gente frecuentan. En consecuencia, no toma en
consideración el elogio de tales hombres que ni consigo mismo están
satisfechos.
5. Ni actúes contra tu voluntad, ni de manera insociable, ni sin reflexión,
ni arrastrado en sentidos opuestos. Con la afectación del léxico no trates de
decorar tu pensamiento. Ni seas extremadamente locuaz, ni polifacético. Más
aún, sea el dios que en ti reside protector y guía de un hombre venerable,
ciudadano, romano y jefe que a sí mismo se ha asignado su puesto, cual sería
un hombre que aguarda la llamada para dejar la vida, bien desprovisto de
ataduras, sin tener necesidad de juramento ni tampoco de persona alguna en
calidad de testigo. Habite en ti la serenidad, la ausencia de necesidad deayuda externa y de la tranquilidad que procuran otros. Conviene, por
consiguiente, mantenerse recto, no enderezado.
6. Si en el transcurso de la vida humana encuentras un bien superior a la
justicia, a la verdad, a la moderación, a la valentía y, en suma, a tu
inteligencia que se basta a sí misma, en aquellas cosas en las que te facilita
actuar de acuerdo con la recta razón, y de acuerdo con el destino en las cosas
repartidas sin elección previa; si percibes, digo, un bien de más valía que ese,
vuélvete hacia él con toda el alma y disfruta del bien supremo que descubras.
Pero si nada mejor aparece que la propia divinidad que en ti habita, que ha
sometido a su dominio los instintos particulares, que vigila las ideas y que,
como decía Sócrates, se ha desprendido de las pasiones sensuales, que se ha
sometido a la autoridad de los dioses y que preferentemente se preocupa de
los hombres; si encuentras todo lo demás más pequeño y vil, no cedas terreno
a ninguna otra cosa, porque una vez arrastrado e inclinado hacia ella, ya no
serás capaz de estimar preferentemente y de continuo aquel bien que te es
propio y te pertenece. Porque no es lícito oponer al bien de la razón y de la
convivencia otro bien de distinto género, como, por ejemplo, el elogio de la
muchedumbre, cargos públicos, riqueza o disfrute de placeres. Todas esas
cosas, aunque parezcan momentáneamente armonizar con nuestra naturaleza,
de pronto se imponen y nos desvían. Por tanto, reitero, elige sencilla y
libremente lo mejor y persevera en ello. «Pero lo mejor es lo conveniente.» Si
lo es para ti, en tanto que ser racional, obsérvalo. Pero si lo es para la parte
animal, manifiéstalo y conserva tu juicio sin orgullo. Trata sólo de hacer tu
examen de un modo seguro.
7. Nunca estimes como útil para ti lo que un día te forzará a transgredir el
pacto, a renunciar al pudor, a odiar a alguien, a mostrarte receloso, a
maldecir, a fingir, a desear algo que precisa paredes y cortinas. Porque la
persona que prefiere, ante todo, su propia razón, su divinidad y los ritos del
culto debido a la excelencia de ésta, no representa tragedias, no gime, no
precisará soledad ni tampoco aglomeraciones de gente. Lo que es más
importante: vivirá sin perseguir ni huir. Tanto si es mayor el intervalo de
tiempo que va a vivir el cuerpo con el alma unido, como si es menor, no le
importa en absoluto. Porque aun en el caso de precisar desprenderse de él, se
irá tan resueltamente como si fuera a emprender cualquier otra de las tareas
que pueden ejecutarse con discreción y decoro; tratando de evitar, en el cursode la vida entera, sólo eso, que su pensamiento se comporte de manera
impropia de un ser dotado de inteligencia y sociable.
8. En el pensamiento del hombre que se ha disciplinado y purificado a
fondo, nada purulento ni manchado ni mal cicatrizado podrías encontrar. Y
no arrebata el destino su vida incompleta, como se podría afirmar del actor
que se retirara de escena antes de haber finalizado su papel y concluido la
obra. Es más, nada esclavo hay en él, ninguna afectación, nada añadido, ni
disociado, nada sometido a rendición de cuentas ni necesitado de escondrijo.
9. Venera la facultad intelectiva. En ella radica todo, para que no se halle
jamás en tu guía interior una opinión inconsecuente con la naturaleza y con la
disposición del ser racional. Esta, en efecto, garantiza la ausencia de
precipitación, la familiaridad con los hombres y la conformidad con los
dioses.
10. Desecha, pues, todo lo demás y conserva sólo unos pocos preceptos.
Y además recuerda que cada uno vive exclusivamente el presente, el instante
fugaz. Lo restante, o se ha vivido o es incierto; insignificante es, por tanto, la
vida de cada uno, e insignificante también el rinconcillo de la tierra donde
vive. Pequeña es asimismo la fama póstuma, incluso la más prolongada, y
ésta se da a través de una sucesión de hombrecillos que muy pronto morirán,
que ni siquiera se conocen a sí mismos, ni tampoco al que murió tiempo ha.
11. A los consejos mencionados añádase todavía uno: delimitar o
describir siempre la imagen que sobreviene, de manera que se la pueda ver tal
cual es en esencia, desnuda, totalmente entera a través de todos sus aspectos,
y pueda designarse con su nombre preciso y con los nombres de aquellos
elementos que la constituyeron y en los que se desintegrará. Porque nada es
tan capaz de engrandecer el ánimo, como la posibilidad de comprobar con
método y veracidad cada uno de los objetos que se presentan en la vida, y
verlos siempre de tal modo que pueda entonces comprenderse en qué orden
encaja, qué utilidad le proporciona este objeto, qué valor tiene con respecto a
su conjunto, y cuál en relación al ciudadano de la ciudad más excelsa, de la
que las demás ciudades son como casas. Qué es, y de qué elementos está
compuesto y cuánto tiempo es natural que perdure este objeto que provoca
ahora en mí esta imagen, y qué virtud preciso respecto a él: por ejemplo,
mansedumbre, coraje, sinceridad, fidelidad, sencillez, autosuficiencia, etc.Por esta razón debe decirse respecto a cada una: esto procede de Dios;
aquello se da según el encadenamiento de los hechos, según la trama
compacta, según el encuentro casual y por azar. Esto procede de un ser de mi
raza, de un pariente, de un colega que, no obstante, ignora lo que es para él
acorde con la naturaleza. Pero yo no lo ignoro; por esta razón me relaciono
con él, de acuerdo con la ley natural propia de la comunidad, con
benevolencia y justicia. Con todo, respecto a las cosas indiferentes, me
decido conjeturando su valor.
12. Si ejecutas la tarea presente siguiendo la recta razón, diligentemente,
con firmeza, con benevolencia y sin ninguna preocupación accesoria, antes
bien, velas por la pureza de tu dios, como si fuera ya preciso restituirlo, si
agregas esta condición de no esperar ni tampoco evitar nada, sino que te
conformas con la actividad presente conforme a la naturaleza y con la verdad
heroica en todo lo que digas y comentes, vivirás feliz. Y nadie será capaz de
impedírtelo.
13. Del mismo modo que los médicos siempre tienen a mano los
instrumentos de hierro para las curas de urgencia, así también, conserva tú a
punto los principios fundamentales para conocer las cosas divinas y las
humanas, y así llevarlo a cabo todo, incluso lo más insignificante, recordando
la trabazón íntima y mutua de unas cosas con otras. Pues no llevarás a feliz
término ninguna cosa humana sin relacionarla al mismo tiempo con las
divinas, ni tampoco al revés.
14. No vagabundees más. Porque ni vas a leer tus memorias, ni tampoco
las gestas de los romanos antiguos y griegos, ni las selecciones de escritos
que reservabas para tu vejez. Apresúrate, pues, al fin, y renuncia a las vanas
esperanzas y acude en tu propia ayuda, si es que algo de ti mismo te importa,
mientras te queda esa posibilidad.
15. Desconocen cuántas acepciones tienen los términos: robar, sembrar,
comprar, vivir en paz, ver lo que se debe hacer, cosa que no se consigue con
los ojos, sino con una visión distinta.
16. Cuerpo, alma, inteligencia; propias del cuerpo, las sensaciones; del
alma, los instintos; de la inteligencia, los principios. Recibir impresiones por
medio de la imagen es propio también de las bestias, ser movido como untítere por los instintos corresponde también a las fieras, a los andróginos, a
Fálaris y a Nerón. Pero tener a la inteligencia como guía hacia los deberes
aparentes pertenece también a los que no creen en los dioses, a los que
abandonan su patria y a los que obran a su placer, una vez han cerrado las
puertas. Por tanto, si lo restante es común a los seres mencionados, resta
como peculiar del hombre excelente amar y abrazar lo que le sobreviene y se
entrelaza con él. Y el no confundir ni perturbar jamás al Dios que tiene la
morada dentro de su pecho con una multitud de imágenes, antes bien, velar
para conservarse propicio, sumiso, disciplinadamente al Dios, sin mencionar
una palabra contraria a la verdad, sin hacer nada contrario a la justicia. Y si
todos los hombres desconfían de él, de que vive con sencillez, modestia y
buen ánimo, no por ello se molesta con ninguno, ni se desvía del camino
trazado que le lleva al fin de su vida, objetivo hacia el cual debe encaminarse,
puro, tranquilo, liberado, sin violencias y en armonía con su propio destino.
1. El dueño interior, cuando está de acuerdo con la naturaleza, adopta,
respecto a los acontecimientos, una actitud tal que siempre, y con facilidad,
puede adaptarse a las posibilidades que se le dan. No tiene predilección por
ninguna materia determinada, sino que se lanza instintivamente ante lo que se
le presenta, con prevención, y convierte en materia para sí incluso lo que le
era obstáculo; como el fuego, cuando se apropia de los objetos que caen
sobre él, bajo los que una pequeña llama se habría apagado. Pero un fuego
resplandeciente con gran rapidez se familiariza con lo que se le arroja encima
y lo consume totalmente levantándose a mayor altura con estos nuevos
escombros.
2. Ninguna acción debe emprenderse al azar ni de modo divergente a la
norma consagrada por el arte.
3. Se buscan retiros en el campo, en la costa y en el monte. Tú también
sueles anhelar tales retiros. Pero todo eso es de lo más vulgar, porque puedes,
en el momento que te apetezca, retirarte en ti mismo. En ninguna parte unhombre se retira con mayor tranquilidad y más calma que en su propia alma;
sobre todo aquel que posee en su interior tales bienes, que si se inclina hacia
ellos, de inmediato consigue una tranquilidad total. Y denomino tranquilidad
única y exclusivamente al buen orden. Concédete, pues, sin pausa, este retiro
y recupérate. Sean breves y elementales los principios que, tan pronto los
hayas localizado, te bastarán para recluirte en toda tu alma y para enviarte de
nuevo, sin enojo, a aquellas cosas de la vida ante las que te retiras. Porque,
¿contra quién te enojas? ¿Contra la ruindad de los hombres? Reconsidera este
juicio: los seres racionales han nacido el uno para el otro, la tolerancia es
parte de la justicia, sus errores son involuntarios. Reconsidera también
cuántos, declarados ya enemigos, sospechosos u odiosos, atravesados por la
lanza, están tendidos, reducidos a ceniza. Modérate de una vez. Pero, ¿estás
molesto por el lote que se te asignó? Rememora la disyuntiva «o una
providencia o átomos», y gracias a cuántas pruebas se ha demostrado que el
mundo es como una ciudad. Pero, ¿te apresarán todavía las cosas corporales?
Date cuenta de que el pensamiento no se mezcla con el hálito vital que se
mueve suave o violentamente, una vez que se ha recuperado y ha
comprendido su peculiar poder, y finalmente ten presente cuanto has oído y
aceptado respecto al pesar y al placer. ¿Acaso te arrastrará la vanagloria?
Dirige tu mirada a la prontitud con que se olvida todo y al abismo del tiempo
infinito por ambos lados, a la vaciedad del eco, a la versatilidad e irreflexión
de los que dan la impresión de elogiarte, a la angostura del lugar en que se
circunscribe la gloria. Porque la tierra entera es un punto y de ella, ¿cuánto
ocupa el rinconcillo que habitamos? Y allí, ¿cuántos y qué clase de hombres
te elogiarán? Te resta, pues, tenlo presente, el refugio que se halla en este
diminuto campo de ti mismo. Y por encima de todo, no te atormentes ni te
esfuerces en demasía; antes bien, sé hombre libre y mira las cosas como
varón, como hombre, como ciudadano, como ser mortal. Y entre las máximas
que tendrás a mano y hacia las que te inclinarás, figuren estas dos: una, que
las cosas no alcanzan al alma, sino que se encuentran fuera, desprovistas de
temblor, y las turbaciones surgen de la única opinión interior. Y la segunda,
que todas esas cosas que estás viendo, pronto se transformarán y ya no
existirán. Piensa también constantemente de cuántas transformaciones has
sido ya por casualidad testigo. «El mundo, alteración; la vida, opinión».
4. Si la inteligencia nos es común, también la razón, según la cual somosracionales, nos es común. Admitido eso, la razón que ordena lo que debe
hacerse o evitarse, también es común. Concedido eso, también la ley es
común. Convenido eso, somos ciudadanos. Aceptado eso, participamos de
una ciudadanía. Si eso es así, el mundo es como una ciudad. Pues, ¿de qué
otra común ciudadanía se podrá afirmar que participa todo el género
humano? De allí, de esta común ciudad, proceden tanto la inteligencia misma
como la razón y la ley. O ¿de dónde? Porque al igual que la parte de tierra
que hay en mí ha sido desgajada de cierta tierra, la parte húmeda, de otro
elemento, la parte que infunde vida, de cierta fuente, y la parte cálida e ígnea
de una fuente particular (pues nada viene de la nada, como tampoco nada
desemboca en lo que no es), del mismo modo también la inteligencia procede
de alguna parte.
5. La muerte, como el nacimiento, es un misterio de la naturaleza,
combinación de ciertos elementos (y disolución) en ellos mismos. Y en suma,
nada se da en ella por lo que uno podría sentir vergüenza, pues no es la
muerte contraria a la condición de un ser inteligente ni tampoco a la lógica de
su constitución.
6. Es natural que estas cosas se produzcan necesariamente así a partir de
tales hombres. Y el que así no lo acepta, pretende que la higuera no produzca
su zumo. En suma, recuerda que dentro de brevísimo tiempo, tú y ése habréis
muerto, y poco después, ni siquiera vuestro nombre perdurará.
7. Destruye la sospecha y queda destruido lo de «se me ha dañado»;
destruye la queja de «se me ha dañado» y destruido queda el daño.
8. Lo que no deteriora al hombre, tampoco deteriora su vida y no le daña
ni externa ni internamente.
9. La naturaleza de lo útil está obligada a producir eso.
10. «Que todo lo que acontece, justamente acontece.» Lo constatarás, si
prestas la debida atención. No digo sólo que acontece consecuentemente, sino
también según lo justo e incluso como si alguien asignara la parte
correspondiente según el mérito. Sigue, pues, observando como al principio,
y lo que hagas, hazlo con el deseo de ser un hombre cabal, de acuerdo con el
concepto estricto del hombre cabal. Conserva esta norma en toda actuación.11. No consideres las cosas tal como las juzga el hombre insolente o
como quiere que las juzgues; antes bien, examínalas tal como son en realidad.
12. Hay que tener siempre a punto estas dos disposiciones: una la de
ejecutar exclusivamente aquello que la razón de tu potestad real y legislativa
te sugiera para favorecer a los hombres; otra, la de cambiar de actitud, caso
de que alguien se presente a corregirte y disuadirte de alguna de tus
opiniones. Sin embargo, preciso es que esta nueva orientación tenga siempre
su origen en cierta convicción de justicia o de interés a la comunidad y los
motivos inductores deben tener exclusivamente tales características, no lo que
parezca agradable o popular.
13. «¿Tienes razón?» «Tengo.» «¿Por qué, pues, no la utilizas?» «Pues si
esto ya lo demuestra por sí solo, ¿qué más quieres?»
14. Subsistes como parte. Te desvanecerás en lo que te engendró; o mejor
dicho, serás reasumido, mediante un proceso de transformación, dentro de tu
razón generatriz.
15. Muchos pequeños granos de incienso se encuentran sobre el mismo
altar; uno se consumió antes, el otro más tarde; y nada importa la diferencia.
16. Dentro de diez días les parecerás un dios, a quienes das la impresión
ahora de ser una bestia y un mono, si vuelves de nuevo a los principios y a la
veneración de la razón.
17. No actúes en la idea de que vas a vivir diez mil años. La necesidad
ineludible pende sobre ti. Mientras vives, mientras es posible, sé virtuoso.
18. Cuánto tiempo libre gana el que no mira qué dijo, hizo o pensó el
vecino, sino exclusivamente qué hace él mismo, a fin de que su acción sea
justa, santa o enteramente buena. No dirijas la mirada a negros caracteres,
sino corre directo hacia la línea de meta, sin desviarte.
19. El hombre que se desvive por la gloria póstuma no se imagina que
cada uno de los que se han acordado de él morirá también muy pronto; luego,
a su vez, morirá el que le ha sucedido, hasta extinguirse todo su recuerdo en
un avance progresivo a través de objetos que se encienden y se apagan. Mas
suponte que son incluso inmortales los que de ti se acordarán, e inmortal
también tu recuerdo. ¿En qué te afecta esto? Y no quiero decir que nada enabsoluto le afecta al muerto, sino que al vivo, ¿qué le importa el elogio? A no
ser en algún caso, por cierta ventaja para la administración. Abandonas, pues,
ahora, inoportunamente el don de la naturaleza que depende de una razón
distinta...
20. Por lo demás, todo lo que es bello en cierto modo, bello es por sí
mismo, y termina en sí mismo sin considerar el elogio como parte de sí
mismo. En consecuencia, ni se empeora ni se mejora el objeto que se alaba.
Afirmo esto incluso tratándose de cosas que bastante comúnmente se
denominan bellas, como, por ejemplo, los objetos materiales y los objetos
fabricados. Lo que en verdad es realmente bello, ¿de qué tiene necesidad? No
más que la ley, la verdad, la benevolencia o el pudor. ¿Cuál de estas cosas es
bella por el hecho de ser alabada o se destruye por ser criticada? ¿Se deteriora
la esmeralda porque no se la elogie? ¿Y qué decir del oro, del marfil, de la
púrpura, de la lira, del puñal, de la florecilla, del arbusto?
21. Si las almas perduran, ¿cómo, desde la eternidad, consigue el aire
darles cabida? ¿Y cómo la tierra es capaz de contener los cuerpos de los que
vienen enterrándose desde tantísimo tiempo? Pues al igual que aquí, después
de cierta permanencia, la transformación y disolución de estos cuerpos cede
el sitio a otros cadáveres, así también las almas trasladadas a los aires,
después de un período de residencia allí, se transforman, se dispersan y se
inflaman reasumidas en la razón generatriz del conjunto, y, de esta manera,
dejan sitio a las almas que viven en otro lugar. Esto podría responderse en la
hipótesis de la supervivencia de las almas. Y conviene considerar no sólo la
multitud de cuerpos que así se entierran, sino también la de los animales que
cotidianamente comemos e incluso el resto de seres vivos. Pues, ¡cuán gran
número es consumido y, en cierto modo, es sepultado en los cuerpos de los
que con ellos se alimentan! Y, sin embargo, tienen cabida porque se
convierten en sangre, se transforman en aire y fuego. ¿Cómo investigar la
verdad sobre este punto? Mediante la distinción entre la causa material y la
formal.
22. No te dejes zarandear; por el contrario, en todo impulso, corresponde
con lo justo, y en toda fantasía, conserva la facultad de comprender.
23. Armoniza conmigo todo lo que para ti es armonioso, ¡oh, mundo!
Ningún tiempo oportuno para ti es prematuro ni tardío para mí. Es fruto paramí todo lo que producen tus estaciones, oh naturaleza. De ti procede todo, en
ti reside todo, todo vuelve a ti. Aquél dice: «¡Querida ciudad de Cécrope!»
¿Y tú no dirás: « ¡Ah, querida ciudad de Zeus!»?
24. «Abarca pocas actividades, dice, si quieres mantener el buen humor.»
¿No sería mejor hacer lo necesario y todo cuanto prescribe, y de la manera
que lo prescribe, la razón del ser sociable por naturaleza? Porque este
procedimiento no sólo procura buena disposición de ánimo para obrar bien,
sino también el optimismo que proviene de estar poco ocupado. Pues la
mayor parte de las cosas que decimos y hacemos, al no ser necesarias, si se
las suprimiese reportarían bastante más ocio y tranquilidad. En consecuencia,
es preciso recapacitar personalmente en cada cosa: ¿No estará esto entre lo
que no es necesario? Y no sólo es preciso eliminar las actividades
innecesarias, sino incluso las imaginaciones. De esta manera, dejarán de
acompañarlas actividades superfluas.
25. Comprueba cómo te sienta la vida del hombre de bien que se contenta
con la parte del conjunto que le ha sido asignada y que tiene suficiente con su
propia actividad justa y con su benévola disposición.
26. ¿Hasta visto aquello? Ve también eso. No te aturdas. Muéstrate
sencillo. ¿Yerra alguien? Yerra consigo mismo. ¿Te ha acontecido algo? Está
bien. Todo lo que te sucede estaba determinado por el conjunto desde el
principio y estaba tramado. En suma, breve es la vida. Debemos aprovechar
el presente con buen juicio y justicia. Sé sobrio en relajarte.
27. O un mundo ordenado, o una mezcla confusa muy revuelta, pero sin
orden. ¿Es posible que exista en ti cierto orden y, en cambio, en el todo
desorden, precisamente cuando todo está tan combinado, ensamblado y
solidario?
28. Carácter sombrío, carácter mujeril, carácter terco, feroz, brutal, pueril,
indolente, falso, bufón, traficante, tiránico.
29. Si extraño al mundo es quien no conoce lo que en él hay, no menos
extraño es también quien no conoce lo que en él acontece. Desterrado es el
que huye de la razón social; ciego el que tiene cerrados los ojos de la
inteligencia; mendigo el que tiene necesidad de otro y no tiene junto a sí todo
lo que es necesario para vivir. Absceso del mundo el que renuncia y se apartade la razón de la común naturaleza por el hecho de que está contrariado con
lo que le acontece; pues produce eso aquella naturaleza que también a ti te
produjo. Es un fragmento de la ciudad, el que separa su alma particular de la
de los seres racionales, pues una sola es el alma.
30. El uno, sin túnica, vive como filósofo; el otro, sin libro; aquel otro,
semidesnudo. «No tengo pan», dice, «pero persevero en la razón». Y yo
tengo los recursos que proporcionan los estudios y no persevero.
31. Ama, admite el pequeño oficio que aprendiste; y pasa el resto de tu
vida como persona que has confiado, con toda tu alma, todas tus cosas a los
dioses, sin convertirte en tirano ni en esclavo de ningún hombre.
32. Piensa, por ejemplo, en los tiempos de Vespasiano. Verás siempre las
mismas cosas: personas que se casan, crían hijos, enferman, mueren, hacen la
guerra, celebran fiestas, comercian, cultivan la tierra, adulan, son orgullosos,
recelan, conspiran, desean que algunos mueran, murmuran contra la situación
presente, aman, atesoran, ambicionan los consulados, los poderes reales. Pues
bien, la vida de aquéllos ya no existe en ninguna parte. Pasa de nuevo ahora a
los tiempos de Trajano: nos encontraremos con idéntica situación; también
aquel vivir ha fenecido. De igual modo contempla también y dirige la mirada
al resto de documentos de los tiempos y de todas las naciones; cuántos, tras
denodados esfuerzos, cayeron poco después y se desintegraron en sus
elementos. Y especialmente debes reflexionar sobre aquellas personas que tú
mismo viste esforzarse en vano, y olvidaban hacer lo acorde con su particular
constitución: perseverar sin descanso en esto y contentarse con esto. De tal
modo es necesario tener presente que la atención adecuada a cada acción
tiene su propio valor y proporción. Pues así no te desanimarás, a no ser que
ocupes más tiempo del apropiado en tareas bastante nimias.
33. Las palabras, antaño familiares, son ahora locuciones caducas. Lo
mismo ocurre con los nombres de personas, que muy celebrados en otros
tiempos, son ahora, en cierto modo, locuciones caducas: Camilo, Cesón,
Voleso, Leonato; y, poco después, también Escipión y Catón; luego, también
Augusto; después, Adriano y Antonino. Todo se extingue y poco después se
convierte en legendario. Y bien pronto ha caído en un olvido total. Y me
refiero a los que, en cierto modo, alcanzaron sorprendente relieve; porque los
demás, desde que expiraron, son desconocidos, no mentados. Pero, ¿qué es,en suma, el recuerdo sempiterno? Vaciedad total. ¿Qué es, entonces, lo que
debe impulsar nuestro afán? Tan sólo eso: un pensamiento justo, unas
actividades consagradas al bien común, un lenguaje incapaz de engañar, una
disposición para abrazar todo lo que acontece, como necesario, como
familiar, como fluyente del mismo principio y de la misma fuente.
34. Confíate gustosamente a Cloto y déjala tejer la trama con los sucesos
que quiera.
35. Todo es efímero: el recuerdo y el objeto recordado.
36. Contempla de continuo que todo nace por transformación, y habitúate
a pensar que nada ama tanto la naturaleza del conjunto como cambiar las
cosas existentes y crear nuevos seres semejantes. Todo ser, en cierto modo, es
semilla del que de él surgirá. Pero tú sólo te imaginas las semillas que se
echan en tierra o en una matriz. Y eso es ignorancia excesiva.
37. Estarás muerto en seguida, y aún no eres ni sencillo, ni imperturbable,
ni andas sin recelo de que puedan dañarte desde el exterior, ni tampoco eres
benévolo para con todos, ni cifras la sensatez en la práctica exclusiva de la
justicia.
38. Examina con atención sus guías interiores e indaga qué evitan los
sabios y qué persiguen.
39. No consiste tu mal en un guía interior ajeno ni tampoco en una
variación y alteración de lo que te circunda. ¿En qué, pues? En aquello en ti
que opina sobre los males. Por tanto, que no opine esa parte y todo va bien. Y
aun en el caso de que su más cercano vecino, el cuerpo, sea cortado,
quemado, alcanzado por el pus podrido, permanezca con todo tranquila la
pequeña parte que sobre eso opina, es decir, no juzgue ni malo ni bueno lo
que igualmente puede acontecer a un hombre malo y a uno bueno. Porque lo
que acontece tanto al que vive conforme a la naturaleza como al que vive
contra ella, eso ni es conforme a la naturaleza ni contrario a ella.
40. Concibe sin cesar el mundo como un ser viviente único, que contiene
una sola sustancia y un alma única, y cómo todo se refiere a una sola facultad
de sentir, la suya, y cómo todo lo hace con un sólo impulso, y cómo todo es
responsable solidariamente de todo lo que acontece, y cuál es la trama ycontextura.
41. «Eres una pequeña alma que sustenta un cadáver», como decía
Epicteto.
42. Ningún mal acontece a lo que está en curso de transformación, como
tampoco ningún bien a lo que nace a consecuencia de un cambio.
43. El tiempo es un río y una corriente impetuosa de acontecimientos.
Apenas se deja ver cada cosa, es arrastrada; se presenta otra, y ésta también
va a ser arrastrada.
44. Todo lo que acontece es tan habitual y bien conocido como la rosa en
primavera y los frutos en verano; algo parecido ocurre con la enfermedad, la
muerte, la difamación, la conspiración y todo cuanto alegra o aflige a los
necios.
45. Las consecuencias están siempre vinculadas con los antecedentes;
pues no se trata de una simple enumeración aislada y que contiene tan sólo lo
determinado por la necesidad, sino de una combinación racional. Y al igual
que las cosas que existen tienen una coordinación armónica, así también los
acontecimientos que se producen manifiestan no una simple sucesión, sino
cierta admirable afinidad.
46. Tener siempre presente la máxima de Heráclito: «La muerte de la
tierra es convertirse en agua, la muerte del agua es convertirse en aire, la
muerte del aire es convertirse en fuego, e inversamente». Y recordar también
lo del que olvida adónde conduce el camino. Y asimismo que «con aquello
que más frecuente trato tienen, a saber, con la razón que gobierna el conjunto
del universo, con esto disputan, y les parecen extrañas las cosas que a diario
les suceden». Y además: «No hay que actuar y hablar como durmiendo»,
pues también entonces nos parece que actuamos y hablamos. Y que «no hay
que ser como hijos de los padres», es decir, aceptar las cosas de forma
simple, como las has heredado.
47. Como si un dios te hubiese dicho: «Mañana morirás o, en todo caso,
pasado mañana», no habrías puesto mayor empeño en morir pasado mañana
que mañana, a menos que fueras extremadamente vil. (Porque, ¿cuánta es la
diferencia?). De igual modo, no consideres de gran importancia morir al cabode muchos años en vez de mañana.
48. Considera sin cesar cuántos médicos han muerto después de haber
fruncido el ceño repetidas veces sobre sus enfermos; cuántos astrólogos,
después de haber vaticinado, como hecho importante, la muerte de otros;
cuántos filósofos, después de haber sostenido innumerables discusiones sobre
la muerte o la inmortalidad; cuántos jefes, después de haber dado muerte a
muchos; cuántos tiranos, tras haber abusado, como si fueran inmortales, con
tremenda arrogancia, de su poder sobre vidas ajenas, y cuántas ciudades
enteras, por así decirlo, han muerto: Hélice, Pompeya, Herculano y otras
incontables. Remóntate también, uno tras otro, a todos cuantos has conocido.
Éste, después de haber tributado los honores fúnebres a aquél, fue sepultado
seguidamente por otro; y así sucesivamente. Y todo en poco tiempo. En
suma, examina siempre las cosas humanas como efímeras y carentes de
valor: ayer, una moquita; mañana, momia o ceniza. Por tanto, recorre este
pequeñísimo lapso de tiempo obediente a la naturaleza y acaba tu vida
alegremente, como la aceituna que, llegada a la sazón, caería elogiando a la
tierra que la llevó a la vida y dando gracias al árbol que la produjo.
49. Ser igual que el promontorio contra el que sin interrupción se estrellan
las olas. Éste se mantiene firme, y en torno a él se adormece la espuma del
oleaje. «¡Desdichado de mí, porque me aconteció eso!» Pero no, al contrario:
«Soy afortunado, porque, a causa de lo que me ha ocurrido, persisto hasta el
fin sin aflicción, ni abrumado por el presente ni asustado por el futuro.»
Porque algo semejante pudo acontecer a todo el mundo, pero no todo el
mundo hubiera podido seguir hasta el fin, sin aflicción, después de eso. ¿Y
por qué, entonces, va a ser eso un infortunio más que esto buena fortuna?
¿Acaso denominas, en suma, desgracia de un hombre a lo que no es desgracia
de la naturaleza del hombre? ¿Y te parece aberración de la naturaleza humana
lo que no va contra el designio de su propia naturaleza? ¿Por qué, pues? ¿Has
aprendido tal designo? ¿Te impide este suceso ser justo, magnánimo, sensato,
prudente, reflexivo, sincero, discreto, libre, etc., conjunto de virtudes con las
cuales la naturaleza humana contiene lo que le es peculiar? Acuérdate, a
partir de ahora, en todo suceso que te induzca a la aflicción, de utilizar este
principio: No es eso un infortunio, sino una dicha soportarlo con dignidad.
50. Remedio sencillo, pero con todo eficaz, para menospreciar la muertees recordar a los que se han apegado con tenacidad a la vida. ¿Qué más tienen
que los que han muerto prematuramente? En cualquier caso yacen en alguna
parte Cadiciano, Fabio, Juliano, Lépido y otros como ellos, que a muchos
llevaron a la tumba, para ser también ellos llevados después. En suma,
pequeño es el intervalo de tiempo; y ese, ¡a través de cuántas fatigas, en
compañía de qué tipo de hombres y en qué cuerpo se agota! Luego no lo
tengas por negocio. Mira detrás de ti el abismo de la eternidad y delante de ti
otro infinito. A la vista de eso, ¿en qué se diferencian el niño que ha vivido
tres días y el que ha vivido tres veces más que Gereneo?
51. Corre siempre por el camino más corto, y el más corto es el que
discurre de acuerdo con la naturaleza. En consecuencia, habla y obra en todo
de la manera más sana, pues tal propósito libera de las aflicciones, de la
disciplina militar, de toda preocupación administrativa y afectación.
1. Al amanecer, cuando de mala gana y perezosamente despiertes, acuda
puntual a ti este pensamiento: «Despierto para cumplir una tarea propia de
hombre.» ¿Voy, pues, a seguir disgustado, si me encamino a hacer aquella
tarea que justifica mi existencia y para la cual he sido traído al mundo? ¿O es
que he sido formado para calentarme, reclinado entre pequeños cobertores?
«Pero eso es más agradable». ¿Has nacido, pues, para deleitarte? Y, en suma,
¿has nacido para la pasividad o para la actividad? ¿No ves que los arbustos,
los pajarillos, las hormigas, las arañas, las abejas, cumplen su función propia,
contribuyendo por su cuenta al orden del mundo? Y tú entonces, ¿rehúsas
hacer lo que es propio del hombre? ¿No persigues con ahínco lo que está de
acuerdo con tu naturaleza? «Mas es necesario también reposar.» Lo es;
también yo lo mantengo. Pero también la naturaleza ha marcado límites al
reposo, como también ha fijado límites en la comida y en la bebida, y a pesar
de eso, ¿no superas la medida, excediéndote más de lo que es suficiente? Y
en tus acciones no sólo no cumples lo suficiente, sino que te quedas por
debajo de tus posibilidades. Por consiguiente, no te amas a ti mismo, porque
ciertamente en aquel caso amarías tu naturaleza y su propósito. Otros, queaman su profesión, se consumen en el ejercicio del trabajo idóneo, sin lavarse
y sin comer. Pero tú estimas menos tu propia naturaleza que el cincelador su
cincel, el danzarín su danza, el avaro su dinero, el presuntuoso su vanagloria.
Estos, sin embargo, cuando sienten pasión por algo, ni comer ni dormir
quieren antes de haber contribuido al progreso de aquellos objetivos a los que
se entregan. Y a ti, ¿te parecen las actividades comunitarias desprovistas de
valor y merecedoras de menor atención?
2. ¡Cuán fácil es rechazar y borrar toda imaginación molesta o impropia, e
inmediatamente encontrarse en una calma total!
3. Júzgate digno de toda palabra y acción acorde con la naturaleza; y no te
desvíe de tu camino la crítica que algunos suscitarán o su propósito; por el
contrario, si está bien haber actuado y haber hablado, no te consideres
indigno. Pues aquéllos tienen su guía particular y se valen de su particular
inclinación. Mas no codicies tú esas cosas; antes bien, atraviesa el recto
camino consecuente con tu propia naturaleza y con la naturaleza común; pues
el camino de ambas es único.
4. Camino siguiendo las sendas acordes con la naturaleza, hasta caer y al
fin descansar, expirando en este aire que respiro cada día y cayendo en esta
tierra de donde mi padre recogió la semilla, mi madre la sangre y mi nodriza
la leche; de donde, cada día, después de tantos años, me alimento y refresco,
que me sostiene, mientras camino, y que me aprovecha de tantas maneras.
5. «No pueden admirar tu perspicacia.» Está bien. Pero existen otras
muchas cualidades sobre las que no puedes decir: «No tengo dotes
naturales.» Procúrate, pues, aquellas que están enteramente en tus manos: la
integridad, la gravedad, la resistencia al esfuerzo, el desprecio a los placeres,
la resignación ante el destino, la necesidad de pocas cosas, la benevolencia, la
libertad, la sencillez, la austeridad, la magnanimidad. ¿No te das cuenta de
cuántas cualidades puedes procurarte ya, respecto a las cuales ningún
pretexto tienes de incapacidad natural ni de insuficiente aptitud? Con todo,
persistes todavía por propia voluntad por debajo de tus posibilidades. ¿Acaso
te ves obligado a refunfuñar, a ser mezquino, a adular, a echar las culpas a tu
cuerpo, a complacerte, a comportarte atolondradamente, a tener tu alma tan
inquieta a causa de tu carencia de aptitudes naturales? No, por los dioses.
Tiempo ha que pudiste estar libre de estos defectos, y tan sólo ser acusado talvez de excesiva lentitud y torpeza de comprensión. Pero también esto es algo
que debe ejercitarse, sin menospreciar la lentitud ni complacerse en ella.
6. Existe cierto tipo de hombre que, cuando ha hecho un favor a alguien,
está dispuesto también a cargarle en cuenta el favor; mientras que otra
persona no está dispuesta a proceder así. Pero, con todo, en su interior, le
considera como si fuera un deudor y es consciente de lo que ha hecho. Un
tercero ni siquiera, en cierto modo, es consciente de lo que ha hecho, sino que
es semejante a una vid que ha producido racimos y nada más reclama después
de haber producido el fruto que le es propio, como el caballo que ha corrido,
el perro que ha seguido el rastro de la pieza o la abeja que ha producido miel.
Así, el hombre que hizo un favor, no persigue un beneficio, sino que lo cede
a otro, del mismo modo que la vid se aplica a producir nuevos racimos a su
debido tiempo. Luego, ¿es preciso encontrarse entre los que proceden así, en
cierto modo, inconscientemente? «Sí, pero hay que darse cuenta de esto
mismo; porque es propio del ser sociable, manifiesta, darse cuenta de que
obra de acuerdo y conforme al bien común, y, ¡por Zeus!, lo es también
querer que su asociado se dé cuenta.» Cierto es lo que dices, pero tergiversas
lo que acabo de decir. Por ello tú serás uno de aquellos de los que
anteriormente hice mención, pues aquellos también se dejan extraviar por
cierta verisimilitud lógica. Y si intentas comprender el sentido de mis
palabras, no temas por eso omitir cualquier acción útil a la sociedad.
7. Súplica de los atenienses: «Envíanos la lluvia, envíanos la lluvia, Zeus
amado, sobre nuestros campos de cultivo y llanuras.» O no hay que rezar, o
hay que hacerlo así, con sencillez y espontáneamente.
8. Como suele decirse: «Asclepio le ordenó la equitación, los baños de
agua fría, el caminar descalzo», de modo similar también eso: «La naturaleza
universal ha ordenado para éste una enfermedad o una mutilación o una
pérdida de un órgano o alguna otra cosa semejante.» Pues allí el término
«ordenó» significa algo así como: «te ha prescrito este tratamiento como
apropiado para recobrar la salud». Y aquí: «lo que sucede a cada uno le ha
sido, en cierto modo, asignado como correspondiente a su destino». Así
también nosotros decimos que lo que nos acontece nos conviene, al igual que
los albañiles suelen decir que en las murallas o en las pirámides las piedras
cuadrangulares se ensamblan unas con otras armoniosamente segúndeterminado tipo de combinación. En resumen, armonía no hay más que una,
y del mismo modo que el mundo, cuerpo de tales dimensiones, se
complementa con los cuerpos, así también el Destino, causa de tales
dimensiones, se complementa con todas las causas. E incluso, los más
ignorantes comprenden mis palabras. Pues dicen: «esto le deparaba el
Destino». Por consiguiente, esto le era llevado y esto le era asignado.
Aceptemos, pues, estos sucesos como las prescripciones de Asclepio. Muchas
son, en efecto, entre aquéllas, duras, pero las abrazamos con la esperanza de
la salud. Ocasione en ti impresión semejante el cumplimiento y consumación
de lo que decide la naturaleza común, como si se tratara de tu propia salud. Y
del mismo modo abraza también todo lo que acontece, aunque te parezca
duro, porque conduce a aquel objetivo, a la salud del mundo, al progreso y
bienestar de Zeus. Pues no habría deparado algo así a éste, de no haber
importado al conjunto; porque la naturaleza, cualquiera que sea, nada produce
que no se adapte al ser gobernado por ella. Por consiguiente, conviene amar
lo que te acontece por dos razones: Una, porque para ti se hizo, y a ti se te
asignó y, en cierto modo, a ti estaba vinculado desde arriba, encadenado por
causas muy antiguas; y en segundo lugar, porque lo que acontece a cada uno
en particular es causa del progreso, de la perfección y ¡por Zeus! de la misma
continuidad de aquél que gobierna el conjunto del universo. Pues queda
mutilado el conjunto entero, caso de ser cortada, aunque mínimamente, su
conexión y continuidad, tanto de sus partes como de sus causas. Y, en efecto,
quiebras dicha trabazón, en la medida que de ti depende, siempre que te
disgustas y, en cierto modo, la destruyes.
9. No te disgustes, ni desfallezcas, ni te impacientes, si no te resulta
siempre factible actuar de acuerdo con rectos principios. Por el contrario,
cuando has sido rechazado, reemprende la tarea con renovado ímpetu y date
por satisfecho si la mayor parte de tus acciones son bastante más humanas y
ama aquello a lo que de nuevo encaminas tus pasos, y no retornes a la
filosofía como a un maestro de escuela, sino como los que tienen una
dolencia en los ojos se encaminan a la esponjita y al huevo, como otro acude
a la cataplasma, como otro a la loción. Pues así no pondrás de manifiesto tu
sumisión a la razón, sino que reposarás en ella. Recuerda también que la
filosofía sólo quiere lo que tu naturaleza quiere, mientras que tú querías otra
cosa no acorde con la naturaleza. Porque, ¿qué cosa es más agradable queesto?, ¿no nos seduce el placer por su atractivo? Mas examina si es más