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Las 1000 Noches y 1 Noche.txt
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Las 1000 Noches y 1 Noche.txt
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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE
_Tomo I._--Historias del rey Schahriar y su hermano el rey Schazamán,
del mercader y el efrit, del pescador y el efrit, del mandadero y las
tres doncellas, y de la mujer despedazada, de las tres manzanas y del
negro Rihán.
_Tomo II._--Historias del visir Nureddin, de su hermano y de Hassán
Badreddin, y del jorobado, el sastre, el corredor nazareno, el
intendente y el médico judio.
_Tomo III._--Historias de Dulce-Amiga y de Ghanem ben-Ayub y de su
hermana.
_Tomo IV._--Historia del rey Omar Al-Nemán y de sus dos maravillosos
hijos.
_Tomo V._--Fin de la historia del rey Omar Al-Nemán.
_Tomo VI._--Historias de los animales y las aves, de Alí ben-Bekar y la
bella Schamsennahar, y de Kamaralzamán y la princesa Budur.
_Tomo VII._--Historias de Feliz-Bello y Feliz-Bella, de Grano-de-Belleza
y de la docta Simpatía.
_Tomo VIII._--Aventuras del poeta Abu-Nowas. Historias de Sindbad el
marino y de la bella Zumurrud.
_Tomo IX._--Historias de las seis jóvenes de distintos colores, de la
ciudad de bronce, de Ibn Al-Mansur, de Wardán el carnicero y de la
princesa subterránea.
_Tomo X._--El falso califa. Historias de Rosa-en-el-cáliz, del caballo
de ébano y de los artificios de Dalila la Taimada.
_Tomo XI._--Historias de Juder el pescador y de Abu-Kir y Abu-Sir.
_Tomo XII._--Anécdotas morales del jardín encantado. Historias de
Abdalah de la Tierra y de Abdalah del Mar, del joven amarillo, y de
Flor-de-Granada y de Sonrisa-de-Luna. La velada de invierno. El Felah de
Egipto y sus hijos blancos.
_Tomo XIII._--Historia de Califa y del califa. Aventuras de Hassán
Al-Bassri.
_Tomo XIV._--El diván de las gentes alegres y despreocupadas. Historia
del dormido despierto. Los amores de Zein-Al-Mawassif. Historias del
joven holgazán y del joven Nur y de la franca heroica.
_Tomo XV._--Consejos de la Generosidad y de la Experiencia. Historias
del espejo de las vírgenes y de Aladino y la lámpara mágica.
_Tomo XVI._--La parábola de la verdadera ciencia. Farizada la de sonrisa
de rosa. Historias de Kamar y de la pierna de carnero. Las llaves del
destino.
_Tomo XVII._--El diván de los fáciles donaires y de la alegre sabiduría.
Historias de la princesa Nuernnahar y de la bella gennia y de
Sarta-de-perlas.
_Tomo XVIII._--Las dos vidas del sultán Mahmud. El tesoro sin fondo. El
adulterino simpático. Palabras bajo las noventa y nueve cabezas
cortadas. La malicia de las esposas.
_Tomo XIX._--Historia de Alí Babá y de los cuarenta ladrones. Los
encuentros de Al-Rachid en el puente de Bagdad. Historia de la princesa
Suleika.
_Tomo XX._--Los ocios encantadores de la adolescencia desocupada.
Historia del libro mágico.
_Tomo XXI._--Historia espléndida del principe Diamante. El maestro de
las divisas y de las risas. Historia de Obra Maestra de los Corazones.
_Tomo XXII._--Historias de Baibars, de la rosa marina y la joven de
China, y del pastel hilado con miel de abejas.
_Tomo XXIII._--Los tragaluces del Saber y de la Historia. El fin de
Giafar. Historia del principe Jazmín y de la princesa Almendra.
Conclusión.
[imagen: EL LIBRO DE LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE]
Biblioteca Valenciana (Generalitat Valenciana)
[imagen: EL LIBRO
DE LAS MIL NOCHES
Y UNA NOCHE
TRADUCCIÓN DIRECTA Y LITERAL DEL ÁRABE POR EL
DOCTOR J. C. MARDRUS
Versión española de VICENTE BLASCO IBAÑEZ
PRÓLOGO DE E. GÓMEZ CARRILLO
TOMO PRIMERO
Historias: Del rey Schahriar y su hermano el rey
Schahzaman.--Del mercader y el efrit.--Del
pescador y el efrit.--Del mandadero y las tres
doncellas.--De la mujer despedazada, de las
tres manzanas y del negro Rihán.
PROMETEO
Germanías, 33.--VALENCIA
(Published in Spain)]
ES PROPIEDAD. DERECHOS
EXCLUSIVOS DE TRADUCCIÓN
AL ESPAÑOL.
A LA MEMORIA
DEL PENSADOR POETA
STÉFANE MALLARMÉ
[imagen]
Esta obra por entero
que ÉL tanto amaba.
Enero 1899.
[imagen]
[imagen]
LA OBRA DE MARDRUS
POR E. GÓMEZ CARRILLO
He aquí LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE, que ya no son aquellos buenos
cuentos de niños, arreglados por Galland, en los cuales los visires
llevaban cuellos de encaje á lo Luis XIV y las sultanas se arreglaban la
cabellera cual Madame de Maitenón, sino otros cuentos más serios, más
crueles y más intensos, traducidos literalmente del árabe por el doctor
Mardrus y puestos en castellano por uno de nuestros grandes escritores.
«Vosotros los que no habéis leído sino el antiguo arreglo--nos aseguran
los entusiastas de la literalidad--no conocéis estas mágicas historias.»
Pero los entusiastas de la tradición clásica contestan: «En la versión
nueva hay más detalles, más literatura, más pecado y más lujo, es
cierto. Lo que no hay es más poesía y más prodigio. Por cantar más, los
árboles no cantan mejor, y por hablar con superior elocuencia, el agua
no habla con mayor gracia. Todo lo estupendo que aquí vemos, las
pedrerías animadas, las rocas que oyen, los odres llenos de ladrones,
los muros que se abren, los pájaros que dan consejos, las princesas que
se transforman, los leones domésticos, los ídolos que se hacen
invisibles, todo lo _féerique_, en fin, estaba ya en el viejo é ingenuo
libro. Lo único que el doctor Mardrus ha aumentado es la parte humana;
es decir, la pasión, los refinamientos y el dolor. La nueva Schahrazada
es más artista. También es más psicóloga. Con detalles infinitos,
explica las sensaciones de los mercaderes sanguinarios durante las
noches de rapto y las locuras de los sultanes en los días de orgía. Pero
no agrega un solo metro al asalto del caballo de bronce, ni hace mayores
las alas del águila Rock, ni da mejores talismanes á los príncipes
amorosos, ni pone más pingües riquezas en las cavernas de la montaña. Y
esto es lo que nos interesa.»
Los que hablan así se equivocan. Las «_noches_» de Galland eran obrillas
para niños. Las «_noches_» de Mardrus son todo un mundo, son todo el
Oriente, con sus fantasías exuberantes, con sus locuras luminosas, con
sus orgías sanguinarias, con sus pompas inverosímiles... Leyéndolas he
respirado el perfume de los jazmines de Persia y de las rosas de
Babilonia, mezclado con el aroma de los besos morenos... Leyéndolas he
visto el extraño desfile de califas y de mendigos, de verdugos, de
cortesanos, de bandoleros, de santos, de jorobados, de tuertos y de
sultanes, que atraviesa las rutas asoleadas, entre trapos de mil
colores, haciendo gestos inverosímiles. Y como si todo hubiera sido un
sueño de opio, ahora me encuentro aturdido, sin poderme dar cuenta
exacta de lo que en mi mente es recuerdo de escenas admiradas en Ceylán,
en Damasco, en El Cairo, en Aden, en Beirut, y lo que sólo he visto
entre las páginas mardrusianas. Porque es tal la naturalidad, ó, mejor
dicho, la realidad de los relatos de Schahrazada, que verdaderamente
puede asegurarse que no hay en la literatura del mundo entero una obra
que así nos obsesione y nos sorprenda con su vida inesperada y
extraordinaria. ¡Y pensar que al abrir la obra de Mardrus figuréme que
iba sencillamente á encontrarme con _Las mil y una noches_ de Galland,
que todos conocemos, un poco más completas sin duda, pero siempre con un
añejo saborcillo de discreta galantería exótica! «Entre esta traducción
nueva y la traducción clásica--pensé--debe de haber la misma diferencia
que entre la _Biblia_ de San Jerónimo y la del rabino Zadock Khan, ó
entre la _Ilíada_ de Hermosilla y la de Leconte de Lisie.» Pero apenas
hube terminado el primer capítulo, comprendí que acababa de penetrar en
un jardín antes nunca visto.
Al trasladar al francés los cuentos árabes, el escritor del siglo XVII
no se contentó, como Racine, con poner casacones versallescos y pelucas
cortesanas á los héroes del libro original, sino que les cambió sus
almas salvajes por almas elegantes. De lo que es la palpitación
formidable de la vida hizo unos cuantos apólogos morales. Así puede
decirse que quien no ha leído la obra del doctor Mardrus no conoce ni
vagamente las historias que hicieron olvidar durante tres años al rey de
la India sus crueles designios. El título mismo no es idéntico en las
dos versiones. Y no hay que decir, como algunos críticos castizos, que
al traducir literalmente LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE sólo ha cometido
Mardrus un pleonasmo indigno de nuestras lenguas latinas. Ajustándose
desde la cubierta al original, y dejando al rótulo exterior su carácter
exótico, lo que de fijo se ha propuesto es demostrar que su respeto del
texto es absoluto[1]. ¿Que eso os choca?... Pues abrid la obra y
comenzad la lectura. Al cabo de unas cuantas páginas, el filtro oriental
habrá obrado en vuestras imaginaciones, y os figuraréis que estáis
oyendo á la hija del visir en persona. ¡Ah, traductores, traductores, he
ahí el gran modelo, he aquí la pauta impecable de vuestro arte! Todos
los detalles y todos los ritmos, todas las expresiones características y
todas las violencias de lenguaje, todos los madrigales sutiles y todos
los refranes populacheros están ahí. Ahí están los seres viviendo su
propia vida en su propia atmósfera. Ahí está el alma del árabe, en fin.
En un prólogo dirigido á sus amigos, el doctor Mardrus explica
poéticamente su severo método.
«Yo ofrezco--dice--, desnudas, vírgenes, intactas y sencillas, para mis
delicias y el placer de mis amigos, estas noches árabes, vividas,
soñadas y traducidas sobre su tierra natal y sobre el agua. Ellas me
fueron dulces durante los ocios en remotos mares, bajo un cielo ahora
lejano. Por eso las doy. Sencillas, sonrientes y llenas de ingenuidad,
como la musulmana Schahrazada, su madre suculenta que las dió á luz en
el misterio; fermentando con emoción en los brazos de un príncipe
sublime (lúbrico y feroz), bajo la mirada enternecida de Alah, clemente
y misericordioso. Al venir al mundo fueron delicadamente mecidas por las
manos de la lustral Doniazada, su buena tía, que grabó sus nombres sobre
hojas de oro coloreadas de húmedas pedrerías y las cuidó bajo el
terciopelo de sus pupilas hasta la adolescencia dura, para esparcirlas
después, voluptuosas y libres, sobre el mundo oriental, eternizado por
su sonrisa. Yo os las entrego tales como son, en su frescor de carne y
de roca. Sólo existe un método honrado y lógico de traducción: la
«literalidad», una literalidad impersonal, apenas atenuada por un leve
parpadeo y una ligera sonrisa del traductor. Ella crea, sugestiva, la
más grande potencia literaria. Ella produce el placer de la evocación.
Ella es la garantía de la verdad...»
Ya lo oís. Explicando su método personal, el ilustre escritor árabe
(porque Mardrus nació en Siria) viene á dar á Europa la más admirable y
la más útil enseñanza. Pero lo malo es que, para seguir su ejemplo
fecundo, no basta con saber muy bien la lengua de que se traduce y la
lengua en que se traduce. Algo más es necesario, y este algo es la
maravillosa comprensión de la poesía extranjera en lo que tiene de más
peculiar y de más fresco. Además, es indispensable una libertad de
lenguaje que no es frecuente.
«Hay en los libros de los países orientales cosas que nuestra decencia
europea no admite y que es preciso velar», dicen los académicos.
En realidad, nadie tiene derecho á escamotear una sola frase, por ruda
que sea, á un autor exótico. ¿Que las palabras escabrosas os chocan?
¿Que no os atrevéis á llamar al pan pan y al sexo sexo?... Pues cerrad
el libro y dejad en paz su poesía. En este punto, el buen señor Galland
debe de haber tenido sorpresas muy desagradables durante su
larga labor de adaptador, porque si hay cuentos que contienen
desvergüenzas--adorables y lozanas desvergüenzas--, son los de LAS MIL
NOCHES Y UNA NOCHE, al lado de los cuales el _Decamerón,_ de Boccaccio,
y el _Heptomerón,_ de la reina de Navarra, y hasta las _Damas galantes,_
de Brantôme, resultan simples discreteos de señoritas libertinas.
Interrogado por un _reporter_ cuando publicaba los primeros capítulos de
su traducción en las revistas, el doctor Mardrus explicó con llaneza su
manera de obrar y de pensar en tal particular. He aquí sus palabras:
«Los pueblos primitivos llaman las cosas por su nombre, y no encuentran
nunca condenable lo que es natural, ni licenciosa la expresión de lo
natural. (Entiendo por pueblos primitivos todos aquéllos que aún no
tienen una mancha en la carne ó en el espíritu y que vinieron al mundo
bajo la sonrisa de la Belleza...) Además, la literatura árabe ignora
totalmente ese producto odioso de la vejez espiritual: la intención
pornográfica. Los árabes ven todas las cosas bajo el aspecto hilarante.
Su sentido erótico sólo conduce á la alegría. Y ellos ríen de todo
corazón, como niños, allí donde un puritano gemiría de escándalo.»
Oyendo esto, el _reporter,_ que estaba enterado por los profesores de la
escuela de lenguas orientales de la «imposibilidad» de decir en una
literatura «culta» las enormidades que se encuentran en los textos
árabes, murmuró:
--Hay quienes apuestan que no se atreverá usted á conservar su
literalidad hasta el fin.
--Ya lo verá usted--terminó Mardrus, sonriendo.
Y, en efecto, hemos visto que, con su ingenua valentía, ha llegado á la
última página maravillosa sin velar un solo cuadro libre, sin desteñir
una sola expresión atrevida, sin atenuar una sola situación erótica.
Así, la leyenda de que el libro que antes se consideraba como un
entretenimiento de niños es una obra atrevida comienza á formarse, y
acabará, sin duda, por impedir que la gente timorata lo lea. Pero esto,
lejos de apenarnos á los que consideramos _Las mil noches y una noche_
como la mayor maravilla del ingenio humano, debe regocijarnos
íntimamente. Porque, en realidad, un poema como éste no es para todo el
mundo. Desde luego, no es para la burguesía. Ni es tampoco para las
señoritas educadas en los conventos. No es, en suma, sino para aquéllos
que son capaces de comprender el alma del árabe.
¿Y sabéis lo que es el árabe, vosotros que lo veis en las viñetas de _El
último Abencerraje?_ El divino Mardrus os lo dice en estas líneas:
«El árabe, ante una música compuesta de notas de cañas y flautas, ante
un lamento de _kanoon,_ un canto de muecín ó de almea, un cuento subido
de color, un poema de aliteraciones en cascadas, un perfume sutil de
jazmín, una danza de flor movida por la brisa, un vuelo de pájaro ó la
desnudez de ámbar y perla de una abultada cortesana de formas ondulosas
y ojos de estrella, responde en sordina ó á toda voz con un ¡ah! ¡ah!...
largo, sabiamente modulado, extático, arquitectónico. Y esto se debe á
que el árabe no es más que un instintivo, pero afinado, exquisito. Ama
la línea pura y la adivina con su imaginación cuando es irreal. Pero es
parco en palabras y sueña... sueña.»
Ahora que ya sabéis lo que vais en él á hallar, abrid el libro...
E. GÓMEZ CARRILLO
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LOS EDITORES AL PÚBLICO
Ningún libro tan conocido y menos conocido que esta famosa colección de
novelas, monumento literario del pueblo árabe.
Con el título de _Las mil y una noches_ circula desde hace siglos un
libro que todos aceptan como una obra completa, y nada es menos cierto.
_Las mil y una noches_ publicadas hasta el presente se componen de unos
cuantos cuentos nada más, entresacados de la monumental obra árabe y
traducidos tímidamente para que puedan servir de libro de recreo á los
niños, por sus relatos maravillosos. Novelas humanas, exuberantes de
pasión, fueron convertidas por el traductor del siglo XVII en infantiles
relatos.
La grande obra imaginativa de los cuentistas semitas ha permanecido
ignorada hasta nuestros días. Es el doctor Mardrus el que por primera
vez la dió á conocer--hace ocho años--al público de Europa[2] con una
traducción completa y fiel de las ALF LAILAH OUA LAILAH (MIL NOCHES Y
UNA NOCHE), que hoy damos al público en lengua española.
El lector encontrará las famosas novelas, palabra por palabra, tal como
las crearon sus autores. El texto árabe ha cambiado simplemente de
caracteres: su alma es la misma.
ORÍGENES Y FECHAS
LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE es una colección de cuentos populares. Dos
documentos, el uno[3] del siglo IX y el otro[4] del siglo X, establecen
que este monumento de la literatura imaginativa árabe ha tenido por
modelo una colección persa titulada HAZAR AFSANAH. De este libro, hoy
perdido, ha sido tomado el argumento de LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE, ó
sea el artificio de la sultana Schahrazada, así como una parte de sus
historias. Los cuentistas populares que ejercitaron su inventiva y su
facundia sobre estos temas los fueron transformando á gusto de la
religión, las costumbres y el espíritu árabes, así como á gusto de su
fantasía. Otras leyendas que no eran de origen persa y otras puramente
árabes se fueron incrustando con el tiempo en el repertorio de los
cuentistas. El mundo musulmán sunnita todo entero, desde Damasco al
Cairo y de Bagdad á Marruecos, se reflejó al fin en el espejo de LAS
MIL NOCHES Y UNA NOCHE. Estamos, pues, en presencia, no de una obra
consciente, de una obra de arte propiamente dicha, sino de una obra cuya
formación lenta se aprecia por conjeturas diversas y que se expande en
pleno _folklore_ islamita. Obra puramente árabe sin embargo, á pesar de
su origen pérsico, y que, traducida en persa, turco é indostánico, se
esparció por todo el Oriente.
Querer asignar á la forma definitiva de muchas de estas historias un
origen, una fecha, fundándose en consideraciones lingüísticas, es
empresa difícil, pues se trata de un libro que no tiene autor conocido,
y copiado y recopiado por escribas dispuestos á hacer intervenir su
dialecto natal en el dialecto de los manuscritos que les servían de
originales, acabó por ser un receptáculo confuso de todas las formas del
árabe. Por varias consideraciones sacadas principalmente de la historia
comparada de la civilización, la crítica actual parece haber llegado á
imponer cierta cronología á esta masa de cuentos. He aquí lo que la
crítica supone:
Son tal vez en su mayor parte del siglo X los trece cuentos que se
encuentran en casi todos los textos (en el sentido filológico de la
palabra) de las ALF LAILAH OUA LAILAH; á saber: Historias. I. Del rey
Schahriar y de su hermano el rey Schahzaman (que es la que sirve de
Introducción); II. Del mercader y el efrit; III. Del pescador y el
efrit; IV. Del mandadero y las tres doncellas; V. De la mujer
despedazada, de las tres manzanas y del negro Rihán; VI. Del visir
Nureddin...; VII. Del sastre, el jorobado, etc.; VIII. De Nar Al-Din y
Anis Al-Djalis; IX. De Ghamin ben Ayoub; X. De Ali ben Bakkar y Shams
Al-Nahar; XI. De Kamar Al-Zaman; XII. Del caballo de ébano, y XIII. De
Djoulnar, hijo del mar.
La historia de Sindbad el Marino y la del rey Djiliad son, según dicha
crítica, anteriores al siglo X. La gran masa de los cuentos restantes se
sitúan entre los siglos X y XVI. La historia de Kamar Al-Zaman y la de
Maarouf son del XVI.
MANUSCRITOS Y EDICIONES ÁRABES
Existen como «textos» de las ALF LAILAH OUA LAILAH varias ediciones
impresas y manuscritos. Estos manuscritos concuerdan mal entre ellos.
Unos son fragmentarios; otros más completos, pero sin llegar á
comprender la obra entera, y todos ellos difieren en cuanto á redacción,
extensión y unidad de la fábula.
Antes del siglo XIX no había aparecido ninguna edición crítica ni en
Europa ni en Oriente. Las principales ediciones que se han publicado á
partir de 1814 son:
1.º La edición (inacabada) del jeque El Yemeni, publicada en Calcuta:
dos volúmenes, 1814-1818;
2.º La edición Habicht, publicada en Breslau: doce volúmenes, 1825-1843;
3.º La edición Mac Noghten, publicada en Calcuta: cuatro volúmenes,
1830-1842;
4.º La edición de Boulak, publicada en El Cairo: dos volúmenes, 1835;
5.º Las ediciones de Ezbékieh, publicadas en El Cairo;
6.º La edición de los padres jesuítas de Beirut: cuatro volúmenes;
7.º La edición de Bombay: cuatro volúmenes.
Todas estas ediciones, aunque algunas de ellas son notables por su
mérito, resultan incompletas, pues no contienen la totalidad de los
cuentos árabes, como en la obra de Mardrus.
La edición de los jesuítas de Beirut merece especial mención por las
considerables amputaciones del texto, dislocado y expurgado para hacer
desaparecer todas las licencias imaginativas, escenas escabrosas y
libertades verbales de los cuentistas árabes.
LAS TRADUCCIONES EUROPEAS
La más antigua é importante fué la que hizo Galland, y que se publicó en
París (1704-1717). Este libro, con el título de LAS MIL Y UNA NOCHES, es
el único que hasta nuestros días ha conocido el gran público.
La obra de Galland es un ejemplo curioso de la deformación que puede
sufrir un texto pasando por el cerebro de un literato del siglo de Luis
XIV. Esta adaptación, hecha para uso de la corte, fué expurgada de todo
atrevimiento y meticulosamente filtrada para que no quedase en ella ni
una partícula de la sal original.
Considerada simplemente como adaptación, es escandalosamente incompleta,
pues comprende apenas LA CUARTA PARTE de los cuentos originales. LOS
CUENTOS QUE FORMAN LAS OTRAS TRES PARTES DE «EL LIBRO DE LAS MIL NOCHES
Y UNA NOCHE» QUE AHORA DAMOS AL PUBLICO, NO HAN SIDO HASTA EL PRESENTE
CONOCIDOS.
Además, los deformes cuentos de la adaptación de Galland fueron por éste
amputados y expurgados de todos los versos, poemas y citas de poetas.
Los sultanes y visires, así como las beldades de la Arabia y la India,
se expresan lo mismo que los cortesanos y damas de peluca blanca en los
palacios de Versalles y Marly. En una palabra: esta adaptación
incompleta y deforme, que durante dos siglos ha mantenido al público en
una mentira digna de menos fortuna, nada tiene que ver con el verdadero
texto de los cuentos árabes.
De las ediciones posteriormente publicadas en Europa nada hemos de
decir. Son reimpresiones de la obra de Galland, indigna de su notoriedad
y traducida sin embargo á todos los idiomas.
EL DOCTOR MARDRUS Y SU OBRA
El doctor J. C. Mardrus es quien acometió hace algunos años la empresa
de dar á conocer al público europeo, con toda su frescura original, la
magna obra del Oriente. Mardrus es árabe de nacimiento y francés de
nacionalidad. Nació en Siria, hijo de una noble familia de musulmanes
del Cáucaso que por haberse opuesto á la dominación rusa tuvieron que
trasladarse á Egipto. Muchos de los cuentos que años después había de
fijar para siempre con su pluma de traductor artista los escuchó de niño
en el regazo de las domésticas mahometanas ó en las calles estrechas y
sombreadas del Cairo. Después de haber estudiado la Medicina y viajado
mucho por los mares Pérsico é Indico como médico de navío, sintió el
propósito de condensar para siempre la grande obra literaria de su raza,
conocida sólo en fragmentos y con irritantes amputaciones. A esta
empresa enorme ha dedicado gran parte de su vida, escribiendo los
relatos oídos en las plazas del Cairo, los cafés de Damasco y de Bagdad
ó los aduares del Yemen, joyas literarias mantenidas únicamente por la
tradición oral y que podían perderse. Como los poemas de los rapsodas
que después figuraron bajo el nombre de Homero; como el Romancero del
Cid y como todas las epopeyas populares, el gran poema árabe es de
diversos autores, según ya hemos dicho, y distintos pueblos han
colaborado en él á través de los siglos. Los cuentos sobrevivían
sueltos, guardados por la memoria de los cuentistas populares y la pluma
de los escribas públicos. El doctor Mardrus tuvo que peregrinar por todo
el Oriente (Egipto, Asia Menor, Persia, Indostán), anotando viejos
relatos y adquiriendo manuscritos, hasta completar en sus menores
detalles la célebre obra. La frescura original, la ingenuidad de los
primeros autores, han sido respetadas por Mardrus, pero realzándolas y
adornándolas con su maestría de artista moderno. El doctor Mardrus es un
notable escritor, y la celebridad literaria le acompaña doblemente en su
hogar, pues está casado con la exquisita novelista francesa Lucía
Delarue-Mardrus.
Para su trabajo le han servido de base las ediciones egipcias más ricas
en expresiones de árabe popular, pero las ha enriquecido
considerablemente con nuevos cuentos y escenas sacados de la tradición
oral y de los valiosos manuscritos adquiridos en sus viajes.
AL PÚBLICO
Ahora sólo nos resta desear al lector que experimente el mismo placer
que el gran novelista Stendhal, el cual deseaba olvidar dos cosas: _Don
Quijote_ y los maravillosos relatos de LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE, para
experimentar todos los años la voluptuosidad de leerlos por primera vez.
Debemos hacer al público una leal declaración.
Este libro no es para niños y mujeres. La moral de los árabes es
distinta de la nuestra: sus costumbres son otras. Su carácter primitivo
les hace ver como cosas naturales lo que para otros pueblos es motivo de
escándalo. El amor lo cubren de pocos velos, y su vida social está
basada en la poligamia.
Además, este libro es un libro antiguo, y los escrúpulos morales cambian
con los siglos. Sirva de ejemplo nuestra propia literatura, en la que
los más grandes autores del Siglo de Oro aparecen usando con naturalidad
palabras que hoy se consideran inmorales y nadie se atreve á repetir.
* * * * *
Y empieza, lector, á recrearte en este incomparable poema novelesco, que
unas veces hace reir y otras conmueve: armonioso conjunto de aventuras
caballerescas, aventuras de amor y aventuras burlescas; escenas de
erotismo, escenas de muerte, sublimes abnegaciones, vicios orientales,
desordenadas fantasías y sutiles burlas del cuentista árabe para los
seres celestes que intervienen en sus relatos deslumbradores.
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UNA PALABRA DEL TRADUCTOR A SUS AMIGOS
YO OFREZCO,
_desnudas, vírgenes,
intactas y sencillas_,
_para mis delicias y el
placer de mis amigos_,
ESTAS NOCHES ÁRABES
_vividas, soñadas y traducidas
sobre su tierra natal y sobre el
agua._
_Ellas me fueron dulces durante los ocios en remotos mares, bajo un
cielo ahora lejano.
Por eso las doy.
Sencillas, sonrientes y llenas de ingenuidad, como la musulmana
Schahrazada, su madre suculenta que las dió á luz en el misterio;
fermentando con emoción en los brazos de un príncipe sublime--lúbrico y
feroz--, bajo la mirada enternecida de Alah, clemente y
misericordioso._
_Al venir al mundo fueron delicadamente mecidas por las manos de la
lustral Doniazada, su buena tía, que grabó sus nombres sobre hojas de
oro coloreadas de húmedas pedrerías y las cuidó bajo el terciopelo de
sus pupilas hasta la adolescencia dura, para esparcirlas después,
voluptuosas y libres, sobre el mundo oriental, eternizado por su
sonrisa._
_Yo os las entrego tales como son, en su frescor de carne y de roca._
_Sólo existe un método honrado y lógico de traducción: la «literalidad»,
una literalidad impersonal, apenas atenuada por un leve parpadeo y una
ligera sonrisa del traductor. Ella crea, sugestiva, la más grande
potencia literaria. Ella produce el placer de la evocación. Ella es la
garantía de la verdad. Ella es firme é inmutable, en su desnudez de
piedra. Ella cautiva el aroma primitivo y lo cristaliza. Ella separa y
desata. Ella fija._
_La literalidad encadena el espíritu divagador y lo doma, al mismo
tiempo que detiene la infernal facilidad de la pluma. Yo me felicito de
que así sea; porque, ¿dónde encontrar un traductor de genio simple,
anónimo, libre de la necia manía de su renombre?..._
_Las dificultades del idioma original, tan duras para el traductor
académico, que ve en las obras la letra antes que el espíritu, se
convierten entre los dedos del amoroso del balbuceo oriental en
espirales tan bellas, que muchas veces no se atreve á desenlazarlas por
miedo á que pierdan su originalidad._
_¡En cuanto á la acogida que tendrán estas joyas orientales!... El
Occidente, amanerado y empalidecido por la asfixia de sus
convencionalismos verbales, tal vez fingirá susto y asombro al oir el
franco lenguaje--gorjeo simple, sonoro y juvenil--de estas muchachas
sanas y morenas, nacidas en las tiendas del desierto, que ya no
existen._
_Entienden poco de malicia las huríes._
_Y los pueblos primitivos, dice el Sabio, llaman las cosas por su nombre
y no encuentran nunca condenable lo que es natural, ni licenciosa la
expresión de lo natural. (Entiendo por pueblos primitivos todos aquellos
que aún no tienen una mancha en la carne ó en el espíritu, y que
vinieron al mundo bajo la sonrisa de la Belleza.)_
_Además, la literatura árabe ignora totalmente ese producto odioso de la
vejez espiritual: la intención pornográfica. Los árabes ven todas las
cosas bajo el aspecto hilarante. Su sentido erótico sólo conduce á la
alegría. Y ríen de todo corazón, como niños, allí donde un puritano
gemiría de escándalo._
_Todo artista que ha vagabundeado por Oriente y cultivado con amor los
bancos calados de los adorables cafés populares en las verdaderas
ciudades musulmanas y árabes: el viejo Cairo con sus calles llenas de
sombra, siempre frescas; los zocos de Damasco, Sana del Yemen, Mascata ó
Bagdad; todo aquel que ha dormido en la estera inmaculada del beduino de
Palmira, que ha partido el pan y saboreado la sal fraternalmente en la
soledad gloriosa del desierto con Ibn-Rachid, el suntuoso, tipo neto del
árabe auténtico, ó que ha gustado la exquisitez de una charla de
simplicidad antigua con el puro descendiente del Profeta, el cherif
Hussein ben Ali ben Aoun, emir de la Meca santa, ha podido notar la
expresión de las pintorescas fisonomías reunidas. Un sentimiento único
domina á toda la asistencia: una hilaridad loca. Ella flamea con vitales
estallidos ante las palabras gruesas y libres del heroico cuentista
público que en el centro del café ó de la plaza gesticula, mima, se
pasea ó brinca para dar mayor expresión á su relato en medio de los
espectadores risueños... Y se apodera de vosotros la general embriaguez
suscitada por las palabras y los sonidos imitativos, el humo del tabaco
que hace soñar, la esencia afrodisíaca que parece flotante en el
espacio, el sub olor discreto del haschich, último regalo de Alah á los
hombres... Y os sentís navegantes aéreos en la frescura de la noche._
_Allí nadie aplaude. Ese gesto bárbaro, inarmónico y feroz, vestigio
indiscutible de razas ancestrales y antropófagas que danzaban en torno
del poste de colores de la víctima, y del cual ha hecho Europa un signo
de la horrible alegría burguesa amontonada bajo el gas ó la electricidad
de las salas públicas, es completamente desconocido._
_El árabe, ante una música compuesta de notas de cañas y flautas, ante
un lamento de_ kanoon, _un canto de muecín ó de almea, un cuento subido
de color, un poema de aliteraciones en cascadas, un perfume sutil de
jazmín, una danza de flor movida por la brisa, un vuelo de pájaro ó la
desnudez de ámbar y perla de una abultada cortesana de formas ondulosas
y ojos de estrella, responde en sordina ó á toda voz con un ¡ah!
¡ah!... largo, sabiamente modulado, extático, arquitectónico._
_Y esto se debe á que el árabe no es mas que un instintivo, pero
afinado, exquisito. Ama la línea pura y la adivina con su imaginación
cuando es irreal._
_Pero es parco en palabras y sueña... sueña._
* * * * *
_Y ahora, amigos míos..._
_Yo os prometo, sin miedo de mentir, que el telón va á levantarse sobre
la más asombrosa, la más complicada y la más espléndida visión que haya
alumbrado jamás sobre la nieve del papel el frágil útil del cuentista._
DOCTOR J. C. MARDRUS
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ESTE PRIMER VOLUMEN LO DEDICO A MI AMIGO
PAUL VALERY
A CAUSA DE E. T.
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¡AQUELLO QUE QUIERA ALAH!
¡EN EL NOMBRE DE ALAH
EL CLEMENTE,
EL MISERICORDIOSO!
¡LA ALABANZA A ALAH, AMO DEL UNIVERSO! ¡Y LA PLEGARIA Y LA PAZ PARA EL
PRÍNCIPE DE LOS ENVIADOS, NUESTRO SEÑOR Y SOBERANO MOHAMED! Y, PARA
TODOS LOS SUYOS, LA PLEGARIA Y LA PAZ SIEMPRE UNIDAS ESENCIALMENTE HASTA
EL DÍA DE LA RECOMPENSA.
¡Y DESPUÉS!... QUE LAS LEYENDAS DE LOS ANTIGUOS SEAN UNA LECCIÓN PARA
LOS MODERNOS, A FIN DE QUE EL HOMBRE APRENDA EN LOS SUCESOS QUE OCURREN
A OTROS QUE NO SON ÉL. ENTONCES RESPETARÁ Y COMPARARÁ CON ATENCIÓN LAS
PALABRAS DE LOS PUEBLOS PASADOS Y LO QUE A ÉL LE OCURRA, Y SE REPRIMIRÁ.
POR ESTO ¡GLORIA A QUIEN GUARDA LOS RELATOS DE LOS PRIMEROS COMO LECCIÓN
DEDICADA A LOS ÚLTIMOS!
DE ESTAS LECCIONES HAN SIDO ENTRESACADOS LOS CUENTOS QUE SE LLAMAN «MIL
NOCHES Y UNA NOCHE», Y TODO LO QUE HAY EN ELLOS DE COSAS EXTRAORDINARIAS
Y DE MÁXIMAS.
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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE
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HISTORIA DEL REY SCHAHRIAR Y DE SU HERMANO El REY SCHAHZAMAN
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Cuéntase--pero Alah es más sabio, más prudente, más poderoso y más
benéfico--que en lo que transcurrió en la antigüedad del tiempo y en lo
pasado de la edad, hubo un rey entre los reyes de Sassan, en las islas
de la India y de la China[5]. Era dueño de ejércitos y señor de
auxiliares, de servidores y de un séquito numeroso. Tenía dos hijos, y
ambos eran heroicos jinetes, pero el mayor valía más aún que el menor.
El mayor reinó en los países, gobernó con justicia entre los hombres, y
por eso le querían los habitantes del país y del reino. Llamábase el rey
Schahriar[6]. Su hermano, llamado Schahzaman[7], era el rey de
Samarcanda Al-Ajam.
Siguiendo las cosas el mismo curso, residieron cada uno en su país, y
gobernaron con justicia á sus ovejas durante veinte años. Y llegaron
ambos hasta el límite del desarrollo y el florecimiento.
No dejaron de ser así, hasta que el mayor sintió vehementes deseos de
ver á su hermano. Entonces ordenó á su visir que partiese y volviese con
él. El visir contestó: «Escucho y obedezco.»
Partió, pues, y llegó felizmente por la gracia de Alah; entró en casa de
Schahzaman, le transmitió la paz[8], le dijo que el rey Schahriar
deseaba ardientemente verle, y que el objeto de su viaje era invitarle á
visitar á su hermano. El rey Schahzaman contestó: «Escucho y obedezco.»
Dispuso los preparativos de la partida, mandando sacar las tiendas, sus
camellos y sus mulos, y que saliesen sus servidores y sus auxiliares.
Nombró á su visir gobernador del reino, y salió en demanda de las
comarcas de su hermano.
Pero á medianoche recordó una cosa que había olvidado; volvió á su
palacio apresuradamente, y encontró á su esposa tendida en el lecho
abrazada con un negro, esclavo entre los esclavos. Al ver tal cosa, el
mundo se oscureció ante sus ojos. Y se dijo: «Si ha sobrevenido tal
aventura cuando apenas acabo de dejar la ciudad, ¿cuál sería la conducta
de esta libertina si me ausentase algún tiempo para estar con mi
hermano?» Desenvainó inmediatamente el alfanje, y acometiendo á ambos,
les dejó muertos sobre los tapices del lecho. Volvió á salir, sin perder
una hora ni un instante, y ordenó la marcha de la comitiva. Y viajó de
noche, hasta avistar la ciudad de su hermano.
Entonces éste se alegró de su proximidad, salió á su encuentro, y al
recibirlo, le deseó la paz. Se regocijó hasta los mayores límites del
contento, mandó adornar en honor suyo la ciudad, y se puso á hablarle
lleno de efusión. Pero el rey Schahzaman recordaba la aventura de su
esposa, y una nube de tristeza le velaba la faz. Su tez se había puesto
pálida y su cuerpo se había debilitado. Al verle de tal modo, el rey
Schahriar creyó en su alma que aquello se debía á haberse alejado de su
reino y de su país, y lo dejaba estar sin preguntarle nada. Al fin, un
día, le dijo: «Hermano, tu cuerpo enflaquece y tu cara amarillea.» Y el
otro respondió: «¡Ay, hermano, tengo en mi interior como una llaga en
carne viva!» Pero no le reveló lo que le había ocurrido con su esposa.
El rey Schahriar le dijo: «Quisiera que me acompañases á cazar á pie y á
caballo, pues así tal vez se esparciera tu espíritu.» El rey Schahzaman
no quiso aceptar, y su hermano se fué solo á la cacería.
Había en el palacio unas ventanas que daban al jardín, y habiéndose
asomado á una de ellas el rey Schahzaman, vió cómo se abría una puerta
para dar salida á veinte esclavas y veinte esclavos, entre los cuales
avanzaba la mujer del rey Schahriar en todo el esplendor de su belleza.
Llegados á un estanque, se desnudaron y se mezclaron todos. Y
súbitamente la mujer del rey gritó: «¡Oh Massaud!» Y en seguida acudió
hacia ella un robusto esclavo negro, que la abrazó. Ella se abrazó
también á él, y entonces el negro la echó al suelo, boca arriba, y la
gozó. A tal señal, todos los demás esclavos hicieron lo mismo con las
mujeres. Y así siguieron largo tiempo, sin acabar con sus besos,
abrazos, copulaciones y cosas semejantes hasta cerca del amanecer.
Al ver aquello, pensó el hermano del rey: «¡Por Alah! Más ligera es mi
calamidad que esta otra.» Inmediatamente, dejando que se desvaneciese
su aflicción, se dijo: «¡En verdad, esto es más enorme que cuanto me
ocurrió á mí!» Y desde aquel momento volvió á comer y beber cuanto pudo.
A todo esto, el rey, su hermano, volvió de su excursión, y ambos se
desearon la paz íntimamente. Luego el rey Schahriar observó que su
hermano el rey Schahzaman acababa de recobrar el buen color, pues su
semblante había adquirido nueva vida, y advirtió también que comía con
toda su alma después de haberse alimentado parcamente en los primeros
días. Se asombró de ello, y dijo: «Hermano, poco ha te veía amarillo de
tez y ahora has recuperado los colores. Cuéntame qué te pasa.» El rey le
dijo: «Te contaré la causa de mi anterior palidez, pero dispénsame de
referirte el motivo de haber recobrado los colores.» El rey replicó:
«Para entendernos, relata primeramente la causa de tu pérdida de color y
tu debilidad.» Y se explicó de este modo: «Sabrás, hermano, que cuando
enviaste tu visir para requerir mi presencia, hice mis preparativos de
marcha, y salí de la ciudad. Pero después me acordé de la joya que te
destinaba y que te di al llegar á tu palacio. Volví, pues, y encontré á
mi mujer acostada con un esclavo negro, durmiendo en los tapices de mi
cama. Los maté á los dos, y vine hacia ti, muy atormentado por el
recuerdo de tal aventura. Este fué el motivo de mi primera palidez y de
mi enflaquecimiento. En cuanto á la causa de haber recobrado mi buen
color, dispénsame de mencionarla.»
Cuando su hermano oyó estas palabras, le dijo: «Por Alah te conjuro á
que me cuentes la causa de haber recobrado tus colores.» Entonces el rey
Schahzaman le refirió cuanto había visto. Y el rey Schahriar dijo:
«Ante todo, es necesario que mis ojos vean semejante cosa.» Su hermano
le respondió: «Finge que vas de caza, pero escóndete en mis aposentos, y
serás testigo del espectáculo: tus ojos lo comprobarán.»
Inmediatamente, el rey mandó que el pregonero divulgase la orden de
marcha. Los soldados salieron con sus tiendas fuera de la ciudad. El rey
marchó también, se ocultó en su tienda y dijo á sus jóvenes esclavos:
«¡Que nadie entre!» Luego se disfrazó, salió á hurtadillas y se dirigió
al palacio. Llegó á los aposentos de su hermano, y se asomó á la ventana
que daba al jardín. Apenas había pasado una hora, cuando salieron las
esclavas, rodeando á su señora, y tras ellas los esclavos. E hicieron
cuanto había contado Schahzaman, pasando en tales juegos hasta el
asr[9].
Cuando vió estas cosas el rey Schahriar, la razón se ausentó de su
cabeza, y dijo á su hermano: «Marchemos para saber cuál es nuestro
destino en el camino de Alah, porque nada de común debemos tener con la
realeza hasta encontrar á alguien que haya sufrido una aventura
semejante á la nuestra. Si no, la muerte sería preferible á nuestra
vida.» Su hermano le contestó lo que era apropiado, y ambos salieron por
una puerta secreta del palacio. Y no cesaron de caminar día y noche,
hasta que por fin llegaron á un árbol, en medio de una solitaria
pradera, junto al mar salado. En aquella pradera había un manantial de
agua dulce. Bebieron de ella y se sentaron á descansar.
Apenas había transcurrido una hora del día, cuando el mar empezó á
agitarse. De pronto brotó de él una negra columna de humo, que llegó
hasta el cielo y se dirigió después hacia la pradera. Los reyes,
asustados, se subieron á la cima del árbol, que era muy alto, y se
pusieron á mirar lo que tal cosa pudiera ser. Y he aquí que la columna
de humo se convirtió en un _efrit_[10] de elevada estatura, poderoso de
hombros y robusto de pecho. Llevaba un arca sobre la cabeza. Puso el pie
en el suelo, y se dirigió hacia el árbol y se sentó debajo de él.
Levantó entonces la tapa del arca, sacó de ella una caja, la abrió, y
apareció en seguida una encantadora joven, de espléndida hermosura,
luminosa lo mismo que el sol, como dijo el poeta:
_¡Antorcha en las tinieblas, ella aparece y es el día! ¡Ella
aparece y con su luz se iluminan las auroras!
¡Los soles irradian con su claridad y las lunas con las sonrisas de
sus ojos!
¡Que los velos de su misterio se rasguen, é inmediatamente las
criaturas se prosternan encantadas á sus pies!
¡Y ante los dulces relámpagos de su mirada, el rocío de las
lágrimas de pasión humedece todos los párpados!_
Después que el efrit hubo contemplado á la hermosa joven, le dijo: «¡Oh
soberana de las sederías! ¡Oh tú, á quien rapté el mismo día de tu boda!
Quisiera dormir un poco.» Y el efrit colocó la cabeza en las rodillas de
la joven y se durmió.
Entonces la joven levantó la cabeza hacia la copa del árbol y vió
ocultos en las ramas á los dos reyes. En seguida apartó de sus rodillas
la cabeza del efrit, la puso en el suelo, y les dijo por señas: «Bajad,
y no tengáis miedo de este efrit.» Por señas, le respondieron: «¡Por
Alah sobre ti! ¡Dispénsanos de lance tan peligroso!» Ella les dijo:
«¡Por Alah sobre vosotros! Bajad en seguida, si no queréis que avise al
efrit, que os dará la peor muerte.» Entonces, asustados, bajaron basta
donde estaba ella, que se levantó para decirles: «Traspasadme con
vuestra lanza de un golpe duro y violento; si no, avisaré al efrit.»
Schahriar, movido de espanto, dijo á Schahzaman: «Hermano, sé el primero
en hacer lo que ésta manda.» El otro repuso: «No lo haré sin que antes
me des el ejemplo tú, que eres mayor.» Y ambos empezaron á invitarse
mutuamente, haciéndose con los ojos señas de copulación. Pero ella les
dijo: «¿Para qué tanto guiñar los ojos? Si no venís y me obedecéis,
llamo inmediatamente al efrit.» Entonces, por miedo al efrit hicieron
con ella lo que les había pedido. Cuando los hubo agotado, les dijo:
«¡Qué expertos sois los dos!» Sacó del bolsillo un saquito y del saquito
un collar compuesto de quinientas setenta sortijas con sellos, y les
preguntó: «¿Sabéis lo que es esto?» Ellos contestaron: «No lo sabemos.»
Entonces les explicó la joven: «Los dueños de estos anillos me han
poseído todos junto á los cuernos insensibles de este efrit. De suerte
que me vais á dar vuestros anillos.» Lo hicieron así, sacándoselos de
los dedos, y ella entonces les dijo: «Sabed que este efrit me robó la
noche de mi boda; me encerró en esa caja, metió la caja en el arca, le
echó siete candados y la arrastró al fondo del mar, allí donde se
combaten las olas. Pero no sabía que cuando desea alguna cosa una mujer
no hay quien la venza. Ya lo dijo el poeta:
_¡Amigo: no te fíes de la mujer; ríete de sus promesas! ¡Su buen ó
mal humor depende de los caprichos de su vulva!_
_¡Prodigan amor falso cuando la perfidia las llena y forma como la
trama de sus vestidos!_
_¡Recuerda respetuosamente las palabras de Yusuf! ¡Y no olvides que
Eblis hizo que expulsaran á Adán por causa de la mujer!_
_¡No te confíes, amigo! ¡Es inútil! ¡Mañana, en aquella que creas
más segura, sucederá al amor puro una pasión loca!_
_Y no digas: «¡Si me enamoro, evitaré las locuras de los
enamorados!» ¡No lo digas! ¡Sería verdaderamente un prodigio único
ver salir á un hombre sano y salvo de la seducción de las mujeres!_
Los dos hermanos, al oir estas palabras, se maravillaron hasta más no
poder y se dijeron uno á otro: «Si éste es un efrit, y á pesar de su
poderío le han ocurrido cosas más enormes que á nosotros, esta aventura
debe consolarnos.» Inmediatamente se despidieron de la joven y
regresaron cada uno á su ciudad.
* * * * *
En cuanto el rey Schahriar entró en su palacio, mandó degollar á su
esposa, así como á los esclavos y esclavas. Después ordenó á su visir
que cada noche le llevase una joven que fuese virgen. Y cada noche
arrebataba á una su virginidad. Y cuando la noche había transcurrido
mandaba que la matasen. Así estuvo haciendo durante tres años, y todo
eran lamentos y voces de horror. Los hombres huían con las hijas que les
quedaban. En la ciudad no había ya ninguna doncella que pudiese servir
para los asaltos de este cabalgador.
En esta situación, el rey mandó al visir que, como de costumbre, le
trajese una joven. El visir, por más que buscó, no pudo encontrar
ninguna, y regresó muy triste á su casa, con el alma transida de miedo
ante el furor del rey. Pero este visir tenía dos hijas de gran
hermosura, que poseían todos los encantos, todas las perfecciones y eran
de una delicadeza exquisita. La mayor se llamaba Schahrazada, y el
nombre de la menor era Doniazada[11].
La mayor, Schahrazada, había leído los libros, los anales, las leyendas
de los reyes antiguos y las historias de los pueblos pasados. Dicen que
poseía también mil libros de crónicas referentes á los pueblos de las
edades remotas, á los reyes de la antigüedad y sus poetas. Y era muy
elocuente y daba gusto oirla.
Al ver á su padre, le habló así: «¿Por qué te veo tan cambiado,
soportando un peso abrumador de pesadumbres y aflicciones?... Sabe,
padre, que el poeta dice: «¡Oh tú que te apenas, consuélate!... Nada es
duradero, toda alegría se desvanece y todo pesar se olvida.»
Cuando oyó estas palabras el visir, contó á su hija cuanto había
ocurrido, desde el principio al fin, concerniente al rey. Entonces le
dijo Schahrazada: «Por Alah, padre, cásame con el rey, porque si no me
mata, seré la causa del rescate de las hijas de los muslemine[12] y
podré salvarlas de entre las manos del rey.» Entonces el visir contestó:
«¡Por Alah sobre ti! No te expongas nunca á tal peligro.» Pero
Schahrazada repuso: «Es imprescindible que así lo haga.» Entonces le
dijo su padre: «Cuidado no te ocurra lo que les ocurrió al asno y al
buey con el labrador. Escucha su historia:
Fábula del asno, el buey y el labrador
«Has de saber, hija mía, que hubo un comerciante dueño de grandes
riquezas y de mucho ganado. Estaba casado y con hijos. Alah, el
Altísimo, le dió igualmente el conocimiento de los lenguajes de los
animales y el canto de los pájaros. Habitaba este comerciante en un país
fértil, á orillas de un río. En su morada había un asno y un buey.
Cierto día llegó el buey al lugar ocupado por el asno y vió aquel sitio
barrido y regado. En el pesebre había cebada y paja bien cribadas, y el
jumento estaba echado, descansando. Cuando el amo lo montaba, era sólo
para algún trayecto corto y por asunto urgente, y el asno volvía pronto
á descansar. Ese día el comerciante oyó que el buey decía al pollino:
«Come á gusto y que te sea sano, de provecho y de buena digestión. ¡Yo
estoy rendido y tú descansado, después de comer cebada bien cribada! Si
el amo te monta alguna que otra vez, pronto vuelve á traerte. En cambio,
yo me reviento arando y con el trabajo del molino.» El asno le aconsejó: